martes, 21 de julio de 2009
Añoranza de Boca Ciega
Ileana Fuentes
Está nublada esta tarde que contemplo sobre los techos de Miami desde el alto balcón donde desde hace poco resido. Escuchaba a Celeste Mendoza hace un rato… por un momento también a Elena Burke. Floto sobre Miami. Desde esta altura no hay raíces, sólo la posibilidad de alas. Saco el CD de Sierra Maestra de la gaveta. Los majases ya no tienen cueva… Los exiliados tampoco… De los reptiles se encargó Felipe Blanco… De nosotros fue otro quien se encargó. No quiero ni pronunciar su nombre. Tanto ruido en el sistema no hay quien lo soporte, ni puedo permitirme el lujo de que ese nombre venga a joderme el "Son para ti" que me transporta a Boca Ciega, año ‘61 y a aquella tarde de verano –no como ésta- en que pude valorar entre mis bolas de jugar –mis cuquitas- y un beso. Aquel suspiro de amor no pudo vencer al tiempo… cuántas como yo todavía añoran aquel primer abrazo que no cuajó en su habitat por las otras sentencias que había en el aire. Nos quedamos con las ganas de ser la mujer del hechicero navegar de algún Adonis cubano. Nos convertimos en wendys voladoras hacia derroteros sin son, sin bocaciegas, sin trópico. Cuando meses después, recién exiliada, me re-encontré con aquel beso –si fue beso aquel frágil roce de labios- la vida había tomado el “otro” camino de un rumbo bifurcado. Acabo de entender en esta tarde nublada, casi medio siglo después, que la posibilidad de que aquel beso pudiera ser re-tomado por la niña de trece y el joven de dieciséis -determinó que en vez de un hogar temporal con parientes lejanos en la sagüesera, la muchachita inocente terminara en un orfanato en casa del carajo entre monjas estériles y gringuitas tristes. ¡Nadie puede imaginar el shock existencial e imborrable de semejante transplante! Mi primo de seis años, que había salido del país conmigo, sí pudo permanecer en aquel modesto hogar de sus parientes paternos, en espera de la pronta reunificación. A mí me regresaron esa noche al campamento de peterpanes refugiados, pista de despegue hacia la relocalización que me mantendría distante durante casi un año al pie de las montañas rocosas. Y me doy cuenta de que casi medio siglo después, aún quiero irme para Boca Ciega... que los cuarenta y siete años que llevo enferma de nostalgia no tienen cura, sólo alivios como el de sumergirme en una instalación de arte más cubano que el mar profundo de Yemayá –como hice ayer-… o el bálsamo de la voz de mi hija, fruto de este rumbo paralelo al otro, que me serena.
Bello post Ileana. Esas memorias tempranas son las duraderas. Uno siempre vuelve ahí con esa sensación de añoranza y ese revivir la experiencia la hace definitiva.
ResponderEliminarNostalgia de la buena, no la nostalgia débil. O sólo en apariencia (en su debilidad está su fuerza).
ResponderEliminarCoincido contigo, AT. No hay fragilidad en este añorar, no hay melancolía frívola, ni amargura. Se percibe el temperamento que ha capeado todo un gran temporal y se enfrenta limpia y delicadamente a sus memorias. Una dote de sensibilidad que corre como la lágrima de una sequoia.
ResponderEliminarDe acuerdo con lo dicho. Comenzando a sentir nuevas sensaciones, agitándose todas las emociones listas ahí para salir, y ¡pum!, de pronto tu mundo cambia y te figuras haber caído en un pozo profundo. Definitivamente, la dicha perdida que se mantiene viva en la memoria.
ResponderEliminarSaludos,
MI
Querida Ileana, qué sabroso siempre se me hace leerte: tu inteligencia a prueba de balas, sensibilidad -ese beso como punto de partida a la orfandad del exiliado. Hace un par de días leí sobre dos acepciones para nuestro destino en común, el exilio: que lleva un componente activo, en movimiento, y el destierro: que conlleva un vacío, una pérdida fundamental en centro mismo de la identidad y las vidas.
ResponderEliminarGrandeza de espíritu, nostalgia que mira al futuro en paradoja (auto)constructiva. Pese a la dolorosa operación "radical de patria" a tan temprana edad, muy diferente a la autoamputación a que nos sometimos los que ya crecidos y hastiados decidimos largarnos a otros paisajes.
ResponderEliminarTodo un lujo para Leandro Soto haber desatado con su obra esos recuerdos y este texto.
Acabo de leer esta anecdota de EMMA ÁLVAREZ-TABÍO en la revista Encuentro. Alguien tiene idea de quien pueda ser la escritora que se menciona?
ResponderEliminar"recuerdo un incidente con una escritora cubana, relativamente conocida, con la que coincidió en el metro. Cuando llegó su parada, se levantó y, en un gesto bastante
inusual en él, de natural tímido y reservado, la saludó y se identificó como cubano. La reacción de ella fue levantarse como un resorte y espetarle airada:
«¡Están por todas partes!», arrastrar por el brazo a su acompañante y perseguir
por el andén a su abrumado compatriota, mientras seguía gritando: «¡Están por
todas partes! ¡Están por todas partes!». Tenía un raro sentido del humor Francisco Bedoya, de modo que, al contarme el lance, a mi perplejidad inicial sucedieron grandes carcajadas, que terminamos compartiendo."
"Y me doy cuenta de que casi medio siglo después, aún quiero irme para Boca Ciega... que los cuarenta y siete años que llevo enferma de nostalgia no tienen cura, sólo alivios como el de sumergirme en una instalación de arte más cubano que el mar profundo de Yemayá –como hice ayer-… o el bálsamo de la voz de mi hija, fruto de este rumbo paralelo al otro, que me serena."
ResponderEliminarGracias Sra. Ileana Fuentes, no se puede escribir nada mas hermoso para despedir la noche. HLM
El cuerpo fue quien se alejo de la isla, el alma sigue alli...A veces la tomamos prestada por unos dias para amar...Pero cuando el amor se acaba, el alma vuelve a su lugar de origen... Caminamos sin alma queriendo encontrar un amor que posiblemente nunca llegara...
ResponderEliminarSe lo que sientes hermana...