Ingeborg Portales
Ilustración: Rafael López Ramos ¿Seremos como quién?
Por aquellos años me gustaba pintarme las uñas tan rojas como tomates. A la antigua Colonia Española la habían convertido en la única discoteca del pueblo. Por dentro, lunetas, luces y cortinas, todo era del mismo color de mis uñas. Allí estoy yo, en medio de tanto rojo, adolesciendo y armonizando divinamente. Cuando me ve, le grita hasta sonrojarme: “¿Ella es tu novia? Pero si ya es toda una mujer, y pensar que fue mi alumna en quinto grado”. Por saludo le dirijo la mirada transformada en una lamentable mueca. Su voz maciza, tan inversamente proporcional a su enfermiza delgadez, retumba en mis oídos cual diez años atrás: “Los alumnos que van a la Iglesia que levanten la mano. Pónganse de pie. ¿Así que ustedes creen en Dios? ¿Pero serán tontos, es que no saben que Dios no existe? No pueden seguir metidos en la Iglesia, porque si lo hacen, les vamos a quitar la pañoleta roja de los pioneros. ¿Entendieron?”. Mi madre tomó cartas en el asunto y se encargó del resto con una copia de la Constitución cubana en la mano. La estación de la policía justo en la esquina de la Iglesia. Por largo tiempo no logré despojarme de aquella sensación de pánico. La discoteca es cada vez más roja. Mis uñas disimulan nerviosas el recuerdo de aquel temblor en alto. Las lastimeras voces de “Los Kajarkas” se tornan en solo de risas burlonas dentro de mis oídos. Una lambada insistiéndome que “…en mi pecho no exista el renco-o-o-r”. Esta noche no es resignación, estaré en casa mucho antes de que den las doce. Nada de broncas con mi madre, y el olor de un algodón empapado en quitaesmalte antes de dormir [...] Ayer fue uno de esos días tan frívolos como ineludibles, dedicados a meter las narices por cuanta tienda paso. Y de nuevo esa inconfundible voz de plomo, regresándome esta vez treinta años atrás. “¿Pero qué hace mi mejor alumna de quinto grado por Sawgrass Mall?” Ni esforzándome pude nombrarle igual mi recuerdo. Y aunque estuve tentada a devolverle que eso mismo quisiera saber yo, preferí privarme de escuchar su respuesta. “Aquí comprando zapatos”.
Ilustración: Rafael López Ramos ¿Seremos como quién?
Por aquellos años me gustaba pintarme las uñas tan rojas como tomates. A la antigua Colonia Española la habían convertido en la única discoteca del pueblo. Por dentro, lunetas, luces y cortinas, todo era del mismo color de mis uñas. Allí estoy yo, en medio de tanto rojo, adolesciendo y armonizando divinamente. Cuando me ve, le grita hasta sonrojarme: “¿Ella es tu novia? Pero si ya es toda una mujer, y pensar que fue mi alumna en quinto grado”. Por saludo le dirijo la mirada transformada en una lamentable mueca. Su voz maciza, tan inversamente proporcional a su enfermiza delgadez, retumba en mis oídos cual diez años atrás: “Los alumnos que van a la Iglesia que levanten la mano. Pónganse de pie. ¿Así que ustedes creen en Dios? ¿Pero serán tontos, es que no saben que Dios no existe? No pueden seguir metidos en la Iglesia, porque si lo hacen, les vamos a quitar la pañoleta roja de los pioneros. ¿Entendieron?”. Mi madre tomó cartas en el asunto y se encargó del resto con una copia de la Constitución cubana en la mano. La estación de la policía justo en la esquina de la Iglesia. Por largo tiempo no logré despojarme de aquella sensación de pánico. La discoteca es cada vez más roja. Mis uñas disimulan nerviosas el recuerdo de aquel temblor en alto. Las lastimeras voces de “Los Kajarkas” se tornan en solo de risas burlonas dentro de mis oídos. Una lambada insistiéndome que “…en mi pecho no exista el renco-o-o-r”. Esta noche no es resignación, estaré en casa mucho antes de que den las doce. Nada de broncas con mi madre, y el olor de un algodón empapado en quitaesmalte antes de dormir [...] Ayer fue uno de esos días tan frívolos como ineludibles, dedicados a meter las narices por cuanta tienda paso. Y de nuevo esa inconfundible voz de plomo, regresándome esta vez treinta años atrás. “¿Pero qué hace mi mejor alumna de quinto grado por Sawgrass Mall?” Ni esforzándome pude nombrarle igual mi recuerdo. Y aunque estuve tentada a devolverle que eso mismo quisiera saber yo, preferí privarme de escuchar su respuesta. “Aquí comprando zapatos”.
Que bueno esta este post!
ResponderEliminarInge: Amén.
ResponderEliminarTersites
La vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida... ¡Ay Dios!
ResponderEliminarSaludos,
MI
Así mismo era entonces: te quitamos esto, no te damos aquello. Y luego las sorpresas: la de ex-militantes y profesores en Miami. ¿Qué otra cosa puede decírseles lugo que un "aquí, comprando zapatos?"
ResponderEliminarCristy
Muy bueno Inge,
ResponderEliminarLa verdad que te admiro por ser tan honesta y respetuosa. Particularmente con lo que ha pasado. Conozco un caso que una pobre niña de 12 años fue interogada por un dia por tener un medalla de la virgen colgada debajo de su blusa. Si, esas insectos andan por estas orillas. Dieron palos revolucionarios, y funcionaron como chivatos, y aqui, compran, y siguen con el chivato.
Por suerte no me paso a mi, porque mi respuesta no hubiera sido tan respetuosa. Tal vez, yo me compraria unas botas carmelitas, y las gasto con unas buenas patadas por su ...
RLR,
ResponderEliminarComo se titula la ilustracion?
Seria bueno saber su historia.
Hace unos años cuando trabajaba en el Footwear Department de Sears como vendedor, se me apareció un excompañero de la Universidad, Carlos Oliva, quien trabajara después en el Centro de Estudios de América del Comité Central. Había sido uno de los chivatos más significativos del grupo (militante de la UJC, dirigente a nivel de Facultad, bla,bla,bla). Venía con sus padres, ambos de avanzada edad, para comprarle zapatos a su mami. Lógicamente, cuando me vió se sorprendió y un tanto desconcertado me preguntó "¿Eh, y tú que haces aquí?" y mi respuesta no se hizo esperar: "Eso es lo que me pregunto yo ¿Y tú que haces aquí?" Soltó una risita nerviosa y entonces me contó que vivía en México, a donde tuvo que marcharse cuando el descalabro del Centro de Estudios. Allí impartía clases en un centro de enseñanza superior y si bien no ganaba mucho, según me dijo, al menos estaba vinculado a su profesión. Recuerdo que diciendo lo último me miró con cierto aire inquisitivo. Le sonreí y, como todo un profesional, me le brindé para atender a su mamá. Él aceptó y le dí el servicio más esmerado que pude. La ayudé a seleccionar el calzado, le busqué el más cómodo, el más económico y el que me permitía darle la mayor cantidad de descuentos. Finalmente, le otorgué la rebaja especial del asociado que me correspondía. Un par de zapatos de 28 dólares se quedó en 6. Carlos estaba maravillado del precio. Le expliqué que para ese precio la compra tenía que aparecer como si fuera mía y, por tanto,tenía que pagarla yo. Me viré hacia un colega y le pedí me vendiera el par de zapatos. Lo hizo y pagué con mi dinero. Entonces Carlos fue a darme los pocos dólares que me habían costado los zapatos y se los rechacé explicándole que no se los podía aceptar porque me buscaba un problema, pues la seguridad de la tienda me observaba por las cámaras y de hacer eso cometía una violación de la ética por la cual se me podía sancionar. Tomé la bolsa con la caja de zapatos y se la entregué personalmente a la mamá de Carlos para actuar como estaba establecido. Carlos entonces me preguntó la manera en que me podía resarcir el dinero y entonces fue cuando muy cortésmente, casi con ternura, le aclaré: "Carlos, no es necesario. Es un obsequio para tu viejita. En realidad, este humilde trabajo me permite, gracias a Dios, tener gestos como estos". "Llámame cuando quieras" -le agregué extendiéndole mi número de teléfono- "y te invito a comer algo". Carlos ruborizado, me replicó, en tono de protesta: "No, en ese caso soy yo el que invita". Y yo asentí amablemente, "será un placer". Pero nunca me llamó. No sé por qué.
ResponderEliminarGracias, Inge, por tu texto. Se explica el por qué me identifico.
ResponderEliminarAh Inge, fue, después de todo, un privilegio haber sido "religiosos" allá; ejercíamos una libertad ciudadana por ello.
ResponderEliminarEl encuentro con el sujeto múltiple-moral da pie a un bello recuento de una dicotomía fundamental, para aquél que quiera entender la realidad cubana “revolucionaria”. Porque entre tus compañeritos de clase seguramente había más de uno que también practicaba credos a escondidas. Ahí empezaba a forjarse el carácter, en esa negociación de lo que se enfrenta y revela y lo que se encubre u oculta. A mí hasta me entraron a librazos por la cabeza, frente la mirada satisfecha de una maestra, por no negar a Dios. Y ahí quedamos retratadas por el pulso de Rafa, como niñitas felices: qué bello díctico.
estamos rodeados, minados, cariados por dentro y por fuera. es nuestra mayor debilidad, entre tantas.
ResponderEliminaren mi familia hay un montón de susodichos, los "arrepentidos" tardíos... fueron militantes, directoras de escuela, de policlínicos, técnicos en angola, miembros del CDR. en los sesenta a mi madre no le tendieron una mano cuando se vio sola y con dos hijos... a mí me evitaban en la calle si me veían.
y hoy están aquí, traídos con la ayuda de esa maldita "sangre viciada" que nos corre por las venas y nos tiene en esta fatamorgana de la familia y la propiedad privada que se vislumbra en la grieta del limboexilio...
sin el menor remordimiento esta gente aquí reciben medicare completo, están desabilitados para trabajar (sin estarlo en realidad) y reciben ayuda $ del gobierno "enemigo", ése que muchos mantenemos con impuestos elevados y bien sudados... y cuando dices algo, en protesta encabronada por la bilis que se te atora ante el descaro, los viejos, históricos, histéricos, ésos que ya no se acuerdan o no quieren acordarse, y hasta los que se acuerdan en demasía, te dicen en voz bajita: "deja eso, son familia"....
Muy buen post Inge, me ha recordado aquello que dijo Thomas Mann:
ResponderEliminar"¿Cuantas cosas no han ocurrido en nombre del pueblo, ante nuestros ojos o lejos de ellos, que no hubiesen podido ocurrir en nombre de dios, de la humanidad o del derecho?".
Mano, ya Natasha respondió una parte de tu pregunta. En esta serie del 2006 comencé a experimentar con fotografía, traduciendolas a lienzo con un sabor casi dibujístico. En esta obra tenía dos bandas de lienzo sobrantes y las usé para subrayar esa escisión fundamental que padece "el hombre nuevo". Muy buena elección tumiamense para ilustrar el texto ingerborgiano.
Pregunta: ¿Hasta cuándo llevamos pañoleta azul y cuándo empezábamos a llevar la roja? Se me ha olvidado el detalle. RI
ResponderEliminarGracias Natasha y Rafael por esa informacion.
ResponderEliminarPor suerte y el sacrificio de mis padres, el pañuelo mio siempre ha sido Red White and Blue, o blanco, en el bolsillo de mi traje.
The Hand
inge, me gustó mucho el texto. yo no supe nada de dios hasta los once o doce años. una de mis bisabuelas tenía escondido un niño jesús de porcelana que le faltaban ciertas partes de su cuerpo. un día me lo enseñó y me contó algunas historias, pero antes de eso no lo tenía muy claro.
ResponderEliminarrosie, azul hasta el cuarto grado y del quinto en adelante la roja. creo.
jr, qué gran historia. al señor oliva seguro le da retorcijones en la barriga de sólo pensar en ti.
besos
Rosie, yo llegue a usar en primer grado una que era mitad azul y mitad blanca, años despues fue toda azul. (de tela) y cuando pasabas para 5to grado era roja.(luego fueron de nylon)insoportables con el calor, asi q mas bien te hacian un favor si te la quitaba :)
ResponderEliminarmuy acertada la ilustracion de Rafa q escogieron, gracias.
saludos tumiami!!!!
inge
Inge: Bello post. Me llevaste de cabeza a la primaria. Nunca he sido patriótico. No recuerdo haber saludado el banderón.
ResponderEliminarQuerida Amiga simplemente precioso. Un beso, para ti.
ResponderEliminarLuis-Mario
Lo mas triste es que es tan comun, mi maestra de los cuatro primeros cursos de primaria, tambien vive feliz junto a su familia en hialeah, aunque creo que solo le interesaba enseñarnos a leer y contar. Aunque para contar historias como las tuyas creo que hay que tener la suerte(o la desgracia)de vivirlas y el don para revivirlas.
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