domingo, 28 de junio de 2009

cuando la verdad disminuye, la ilusión aumenta




Alfredo Triff

Recientemente he vuelto a revisar las ideas situacionistas de Guy Debord. Si bien hoy en día el proyecto debordiano utópico/político se nos antoja obsoleto, no así su gesto crítico. El situacionismo de Debord declara que a medida que la sociedad post-capitalista contemporánea consume su propio espectáculo, termina convirtiéndose en parte del mismo. Dice Debord: “Incluso el gesto más radical se recupera en el espectáculo y se torna en mercancía, negando su sentido subversivo.” El espectáculo no sólo genera pasividad y anomía sino que nos obliga a encarnar estereotipos y roles, en una especie de “mentiroso que se miente a sí mismo”. ¿No es ese el dilema del arte actual? Desde las cartas estéticas de Schiller, los prerrafaelitas y las vanguardias, el arte moderno y post-moderno ha tratado de reclamar para sí la autonomía1 frente al mercado como la única posibilidad de comunicar valores estéticos duraderos. Sin embargo (y ahora volviendo a Debord), una y otra vez, el mercado ha sido capaz de coartar cualquier gesto de desafío de la vanguardia como espectáculo.2 Recientemente hemos visto como el arte llamado contemporáneo no es más que un subproducto de ese nuevo fenómeno de la “cultura como espectáculo”. Luego, hablando debordianamente, ¿puede el arte contemporáneo separarse del espectáculo?

(La segunda parte del filme de Debord aquí).
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1Dicha autonomía ha sido defendida desde Kant, Hegel, Lessing, hasta Adorno y Peter Burguer. ¿No será "lo estético" en su definición clásica/falocéntrica, una manera de escapar convenientemente de lo socio-político? Por otra parte una gran parte del llamado "arte político" ha pecado de inocente, didáctico y jingoísta. 2Gestos tan radicales como el accionismo vienés o aspectos del performance efímero de los situacionistas terminan siendo consumidos como "documento".*
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*He comentado que el llamado "documento" del performance puede verse también como una manera nostálgica de seducir al mercado. Por lo tanto, el documento es también parte del espectáculo.

10 comentarios:

JR dijo...

Esto es gourmet. Magnífico! Se me argumenta ahora con más certeza la existencia del "castroperformance" como tal. El dictador desde siempre intuyó el manejo de la escena y de los medios, lo cual es consistente con su concepción leboniana de la psicología de las masas, cuya aplicación se conceptualiza a través de Debord. Sólo objetivizamos la Revolución como espectáculo (y no hablo en términos políticos solamente) cuando nos salimos de su escenario social y territorial. Por dicha razón, la perspectiva del enfoque crítico del fenómeno histriónico que entraña el castrismo varía de acuerdo a la latitud y contexto del lugar que nos toca como exilio y es porque el desplazamiento es comparable a un lunetario. Ciertamente, el post de hoy me sirve de tarea para otro post.

Alfredo Triff dijo...

Gracias, JR. Sin duda. Aunque no es el primer performer político del siglo XX, el susodicho encarna un momento muy importante, la transición de la radio y el "News Reel" a la televisión. Incluso creo que hay un cambio notable de performatividad -vía Che- entre Fidel y Castro.

ABREQUEVOY dijo...

Muy bueno Triff lo que dices del arte contemporáneo. Siempre me he preguntado por qué esa contradicción entre el artista que busca su identidad y el mercado que la aplasta.

LopezRamos dijo...

AT no sabía que Debord había hecho una película "ilustrando" de alguna manera las tesis de su seminal ensayo. Cuanta vigencia recobra en estos días de ubicuidad mediática y medios saturados de espectáculo soso, suplantador de la ficción veraz del arte con el bastardo concepto de "reality".

Casualmente hay un artista cubano aquí en Miami que ha centrado su obra reciente en los postulados debordianos: Cedey de Jesús. En estos días voy a postear algo suyo en Los lirios.

william Rios dijo...

y que hay con ver la guerra no documentada ni editada sino en vivo ?..... y ahora digital

JR dijo...

De acuerdo contigo, AT, no es el primer performer político del siglo XX, ni de la historia. Creo que el castrismo bebe del melodrama fascista, se lo apropia y lo legitima con nuevas vestiduras. Este hecho lo acerca a las posiciones posthistoricistas. En el caso del Che, voy de acuerdo, pero con la observación de que el castrismo (hablo de ese gran espectáculo que es la Revolución) intenta asorber en su teorestética la figura del Che para integrarlo a un discurso homogéneo. Pero la desparición de la segunda gran ficción romántica (la primera había sido Camilo) disecó al fidelismo como epopeya. Se entronizó entonces la retórica del poder, retornando al espíritu historicista de Einsestein, pero sin perder de vista las bendiciones del espectáculo (recordar discursos de la explosión del avión de Barbados, o el de la Asamblea General de la ONU como presidente del Movimiento de los No Alineados, o la farsa del juicio a Ochoa). Incluso, llegó a penetrar con eficacia en el consumo del espectador norteamericano a través del spot o de entrevistas como la de Barbara Walters.

Anónimo dijo...

Prefiero a Gregg Braden que a Debord.
Prefiero a Barbara Hand Clow que a Debord.
Prefiero a Drunvalo Melchisiadec que a Debord.
El Arte Contemporaneo no creo que sea autonomo.Es un reflejo de la sociedad y del ser humano.El Renacimiento es el mejor momento del Arte,despues de esto,no a llegado a tan maxima expresion humanista.

Pedro Vizcaino

Pomarosa dijo...

Ay jr que agudo y apuesto es usted. haga la tarea y lease el librito jaja

Anónimo dijo...

Prefiero a Pomarosa que a Pedro Vizcaino, y es mucho decir!!!!!!!!!

william Rios dijo...

prefiero a panfilo