Ramón Alejandro
(de su novela inédita Allá va candela)
No sólo sucedían en esa curiosa ciudad que era Tánger por aquel entonces cosas tan extrañas como que Severo se electrocutara al instante en que su amigo del alma tocara el chucho de la corriente eléctrica, situado a varios metros de distancia entre ambos. Y sobre todo que además este fenómeno se produjera sin que sus cuerpos se tocasen para nada en ningún punto de toda su extensión y epidermis. Yo me iba a leer a uno de los tangerinos autóctonos que nos decía que existía en su ciudad un "ente" misterioso que cuando se le aparecía a alguien viniendo de frente por alguna de sus callejuelas, o a veces hasta por los mismos bulevares modernos de la parte europea de la ciudad, que hasta a eso se atrevía la muy hereje. Adoptaba las apariencias de una mujer normal, y que podía pasar inadvertida como una mora más, de las tantas de las que andaban por ahí sueltas. Pero se daba el caso que cuando después de haberte pasado por al lado la veías alejarse, habiéndote quedado tú detrás de ella, te dabas cuenta de algo raro por debajo de sus faldas. O de sus peplos, o como quiera que se llamen las ropas que se echan las moras encima para ocultar sus concupiscentes cuerpos que tanto provocan y terminan por enloquecer a sus correligionarios, que hasta hay que taparles la cara la mayor parte de las veces para que a los infelices no se les alborotara el rabo de nada más que vislumbrarles la renegrida cabellera. Pues así mismo era que sucedía según nos contaban nuestros enamoraditos de Tánger. Veías a una bella mora venir hacia a ti y cuando pasaba de largo podía ver horrorizado como dos incongruentes patas de gallina le salían por debajo del dobladillo de su ropaje. Y sólo entonces era que caías en la certidumbre de que habías sido uno más de los muchos que día a día se encontraban por esas calles de Allah con Aísha Kandisha. Que ese era el nombre de esa ninfa de unas fuentes cercanas a la ciudad que desde la época anterior al establecimiento del Islam como religión oficial en esas tierras, seguía recibiendo las abundantes ofrendas de huevos duros y otros manjares de su predilección. Porque sus fieles descendientes de los antiguos bereberes aún le llevaban en ciertos días de culto que no eran todos los del año, sino que estaban muy precisamente determinados por el calendario lunar, como suele frecuentemente suceder con ese tipo de divinidades secundarias. Que yo sigo sufriendo de insomnios cada vez que llega la luna llena, como dos días antes y dos días después de que ese hermoso fenómeno se entronice en la bóveda celeste al ocultarse el sol y surgir por los cuatro horizontes los millares de millones de estrellas visibles. Porque la luna tiene todavía mucho poder sobre los hombres que están hechos mayormente de agua, con algunas otras cositas como son el fuego, el aire, la tierra y el éter, y a lo mejor hasta la madera según dicen los chinos, pero que básicamente están hechos de agua. Y como la vida de todas las formas se origina en el océano, todo eso lo sigue rigiendo la bella luna que a él lo rige. Que hasta la Loba capitolina en su caverna Lupercal tenía que ver con ella, y no quieran saber más por el momento porque no se los quiero decir ahora. O sea que volvamos a Tánger que era un sitio tan privilegiado para los fenómenos parasicológicos. Sin que por eso se dejaran de dar muy bien los simplemente fisiológicos por esos zocos de Allah. Porque si de lo corporal se tratara las anécdotas no faltarían, aunque siempre suelan estar algo teñidas por ese no sé qué de natural misticismo que esa parte del África del Norte exhala (continuará)...
(de su novela inédita Allá va candela)
No sólo sucedían en esa curiosa ciudad que era Tánger por aquel entonces cosas tan extrañas como que Severo se electrocutara al instante en que su amigo del alma tocara el chucho de la corriente eléctrica, situado a varios metros de distancia entre ambos. Y sobre todo que además este fenómeno se produjera sin que sus cuerpos se tocasen para nada en ningún punto de toda su extensión y epidermis. Yo me iba a leer a uno de los tangerinos autóctonos que nos decía que existía en su ciudad un "ente" misterioso que cuando se le aparecía a alguien viniendo de frente por alguna de sus callejuelas, o a veces hasta por los mismos bulevares modernos de la parte europea de la ciudad, que hasta a eso se atrevía la muy hereje. Adoptaba las apariencias de una mujer normal, y que podía pasar inadvertida como una mora más, de las tantas de las que andaban por ahí sueltas. Pero se daba el caso que cuando después de haberte pasado por al lado la veías alejarse, habiéndote quedado tú detrás de ella, te dabas cuenta de algo raro por debajo de sus faldas. O de sus peplos, o como quiera que se llamen las ropas que se echan las moras encima para ocultar sus concupiscentes cuerpos que tanto provocan y terminan por enloquecer a sus correligionarios, que hasta hay que taparles la cara la mayor parte de las veces para que a los infelices no se les alborotara el rabo de nada más que vislumbrarles la renegrida cabellera. Pues así mismo era que sucedía según nos contaban nuestros enamoraditos de Tánger. Veías a una bella mora venir hacia a ti y cuando pasaba de largo podía ver horrorizado como dos incongruentes patas de gallina le salían por debajo del dobladillo de su ropaje. Y sólo entonces era que caías en la certidumbre de que habías sido uno más de los muchos que día a día se encontraban por esas calles de Allah con Aísha Kandisha. Que ese era el nombre de esa ninfa de unas fuentes cercanas a la ciudad que desde la época anterior al establecimiento del Islam como religión oficial en esas tierras, seguía recibiendo las abundantes ofrendas de huevos duros y otros manjares de su predilección. Porque sus fieles descendientes de los antiguos bereberes aún le llevaban en ciertos días de culto que no eran todos los del año, sino que estaban muy precisamente determinados por el calendario lunar, como suele frecuentemente suceder con ese tipo de divinidades secundarias. Que yo sigo sufriendo de insomnios cada vez que llega la luna llena, como dos días antes y dos días después de que ese hermoso fenómeno se entronice en la bóveda celeste al ocultarse el sol y surgir por los cuatro horizontes los millares de millones de estrellas visibles. Porque la luna tiene todavía mucho poder sobre los hombres que están hechos mayormente de agua, con algunas otras cositas como son el fuego, el aire, la tierra y el éter, y a lo mejor hasta la madera según dicen los chinos, pero que básicamente están hechos de agua. Y como la vida de todas las formas se origina en el océano, todo eso lo sigue rigiendo la bella luna que a él lo rige. Que hasta la Loba capitolina en su caverna Lupercal tenía que ver con ella, y no quieran saber más por el momento porque no se los quiero decir ahora. O sea que volvamos a Tánger que era un sitio tan privilegiado para los fenómenos parasicológicos. Sin que por eso se dejaran de dar muy bien los simplemente fisiológicos por esos zocos de Allah. Porque si de lo corporal se tratara las anécdotas no faltarían, aunque siempre suelan estar algo teñidas por ese no sé qué de natural misticismo que esa parte del África del Norte exhala (continuará)...
Cuantas novelas ineditas tiene Ramon A;ejandro????
ResponderEliminarA ver si entiendo esto: Severo Sarduy sentia el corrientazo estando en tierra y sin contacto con el cable???? Sigo botao, pero esta bien.
ResponderEliminarNo importa cuantas novelas. Lo que importa es que disfrutes el cuento. Ay cuanta pesadeZ.
ResponderEliminarRamon: Lo unico que se es que vacilo tus cuentos y en particular cuando hablas de Marruecos. Esos lugares reconditos que hacen agua la imaginacion.
ResponderEliminarTanger no es recóndito... aunque su nombre parece sigue evocando el orientalismo ya no de los europeos o los norteamericanos como en otra epoca, sino de sus pos-coloniales de otros lares (curioso fenómeno).
ResponderEliminarEs ciudad cosmopolita, de inmigrantes del sur, expatridas del norte, inversores arabes, europeos y asiáticos, maquilas, telecentros, cibercafes, trafico, tiendas, cine, vinos (gloriosos!), surfers, raves, bares, "puticlubs", restaurantes, salas de juego, galerias de arte, conciertos...
Alfredo, me gusta ese "ruido horrible".
ResponderEliminarInkie... ¡cómo estás!
ResponderEliminarRamón, puse de screensaver en mi work station Allá Va Candela. Eso es preludio de algún texto, pues siempre pasa así. A ver por donde le entramos a esa talla.
ResponderEliminarGracias, JR.
ResponderEliminarAno de las 9:40am: Ramón tiene que yo sepa tres novelas. "Allá va candela" es la última.
Estos raperos italianos suenan un tanto a Los Orishas.
ResponderEliminarSaludos,
MI