El traje es el mensaje

Ramón Williams*

Arredondo tiene cáncer. Acaban de decírselo, él levanta las cejas y aprieta los labios. Dice que tiene un plan para la muerte: Se reirá de ella, hará reír con ella. Detrás de la fachada, ahí está. Se vuelve unas pocas greñas, nariz y huesos que ensartan el traje del equipo Cuba, los bocadillos cada vez más libres y roncos. La noticia ha corrido, el público sabe que ese hombre que los mata de la risa muere ahora mismo. “Espíritu deportivo”, la expresión remonta los límites del sarcasmo, da la vuelta, y desarma a los desconsolados televidentes con el poder de la risa. Los chistes se hacen subversivos con la proximidad de la partida. El agradecido de la revolución traspasa la gratitud en sentido contrario y denuncia en pantalla la injerencia sutil del país de los Soviets con aquello de castigar con muñequitos rusos. Lo castigan. Pero el dueño de los castigos ha reído con Arredondo desde que era un imberbe, es su poderoso admirador personal. La mano pasa. Y le dice el comandante al comediante “Dejemos a un lado el mal chiste y me cuentas con detalles lo del traje y el cáncer.” Veinte años ido Arredondo el comandante se aplica el chiste-mantra para combatir las presiones que ejerce el Gran enemigo, ahora bajo la apariencia de la invicta, de la pelona inapelable, la que no respeta equipos. Dicta con entraña herida de tiempo en las penúltimas reflexiones: “Rían hasta la descomposición en partículas y hagan reír si pueden mientras tanto. Después de todo el traje es el mensaje”.
_________
*Williamsianamente hablando (a propósito de podios y micrófonos) en Los Lirios del Jardín.