Rosie Inguanzo
Foto: Pedro Portal
Llegamos a las siete en punto y nos hicieron caminar la alfombra roja. El filme arrancó cinco minutos después de la bienvenida por parte de una representante del festival y el director León Ichaso; mas hubo que hacerlo arrancar una segunda vez por motivos técnicos. Y después, la primera media hora, la imagen y el sonido resultaban defectuosos para ojos y oídos avisados como los nuestros. León subía y bajaba las gradas en comunicación con técnicos y proyeccionistas. Sin embargo allí se desplegó la historia truncada de Bic Rodríguez (interpretado impecablemente por Adrián Mas). Por momentos su cara linda y calculada me recordaba a Alain Delon en Le Samouraï (1967) -me dirán si no -sobre todo en los close ups en blanco y negro. Me lo recuerdan su fisonomía y su carácter siniestro. Sólo que Bic está más perdido en las tinieblas de sí mismo y menos en control que el otro. Este balsero, aunque llega a las costas de South Beach, ya había naufragado en Cuba, en las aguas sucias de la degeneración familiar, el descojonamiento social y la supervivencia delictiva. A veces el filme es noir y cala huesos; otras, la escena se fuga en los requicios imperturbables de la ciudad difuminada por la luz miamense que devora. La ciudad es opulenta coprotagonista. La música funge como un personaje más, entrelazando hilos de la historia truncada, por donde desfilan varias generaciones de actores cubanos: el componente del exilio añejo en Miguel Gutiérrez, la belleza inteligente de Lili Rentería, la frescura trigueña Tamara Melián, el descocado desdoblamiento de Ariel Texidó, la expresionista escena de Sandra García -pesadilla fundamental que persigue al protagonista, Juan David Ferrer, Larry Villanueva, entre otros. Los créditos finales traen el Yayabo que Germán Piferrer grabó dos semanas antes de fallecer, y la sorpresa de fotografías del equipo de producción. Los meticulosos créditos avalan el esfuerzo de muchas gentes y negocios del exilio, volcados en sacar adelante un film sobre lo nuestro. El crítico de cine Alejandro Ríos, en representación del MDC, padrino del proyecto desde sus inicios burocráticos, moderó las preguntas de un público sediento de respuestas, estimulado por la presencia de los actores alineados en el escenario. Ichaso explicó decisiones temáticas y estéticas sin complacencias. A la pregunta de cuál sería su próximo proyecto, León respondió que le gustaría hacer una comedia aquí, sobre nuestra chanza del día a día. Ojalá surjan los dineros y hasta voluntades desinteresadas, como esta vez. Por lo menos el 25% (si no más) de los asistentes había contribuido de una manera u otra con el filme, y esto demuestra comunidad y disposición de mucha gente. Por eso lamenté no haber visto la película cabalmente, en un cine. Porque el Colony es muy bonito e histórico, pero no es un cine, no tiene ni regulares condiciones para ello. Al menos en el teatro Tower el domingo, aunque más chico (se repondrá a las 5pm), me consta que pantalla y sonido son mejores. Hace unos meses alguien filtró en Cuba uno de las copias inacabadas que en ese momento de preproducción manejaban músicos y editores. A los blogueros que ya han visto en Cuba esa versión pirata del filme, les diré que no transen con el trabajo inacabado, que no hace justica al producto final, ya que no está editada ni musicalizada. Más tarde traten de ver la obra tal cual la concibió su director, trabajando sin descanso hasta un par de días antes del estreno. Es lo justo.
Llegamos a las siete en punto y nos hicieron caminar la alfombra roja. El filme arrancó cinco minutos después de la bienvenida por parte de una representante del festival y el director León Ichaso; mas hubo que hacerlo arrancar una segunda vez por motivos técnicos. Y después, la primera media hora, la imagen y el sonido resultaban defectuosos para ojos y oídos avisados como los nuestros. León subía y bajaba las gradas en comunicación con técnicos y proyeccionistas. Sin embargo allí se desplegó la historia truncada de Bic Rodríguez (interpretado impecablemente por Adrián Mas). Por momentos su cara linda y calculada me recordaba a Alain Delon en Le Samouraï (1967) -me dirán si no -sobre todo en los close ups en blanco y negro. Me lo recuerdan su fisonomía y su carácter siniestro. Sólo que Bic está más perdido en las tinieblas de sí mismo y menos en control que el otro. Este balsero, aunque llega a las costas de South Beach, ya había naufragado en Cuba, en las aguas sucias de la degeneración familiar, el descojonamiento social y la supervivencia delictiva. A veces el filme es noir y cala huesos; otras, la escena se fuga en los requicios imperturbables de la ciudad difuminada por la luz miamense que devora. La ciudad es opulenta coprotagonista. La música funge como un personaje más, entrelazando hilos de la historia truncada, por donde desfilan varias generaciones de actores cubanos: el componente del exilio añejo en Miguel Gutiérrez, la belleza inteligente de Lili Rentería, la frescura trigueña Tamara Melián, el descocado desdoblamiento de Ariel Texidó, la expresionista escena de Sandra García -pesadilla fundamental que persigue al protagonista, Juan David Ferrer, Larry Villanueva, entre otros. Los créditos finales traen el Yayabo que Germán Piferrer grabó dos semanas antes de fallecer, y la sorpresa de fotografías del equipo de producción. Los meticulosos créditos avalan el esfuerzo de muchas gentes y negocios del exilio, volcados en sacar adelante un film sobre lo nuestro. El crítico de cine Alejandro Ríos, en representación del MDC, padrino del proyecto desde sus inicios burocráticos, moderó las preguntas de un público sediento de respuestas, estimulado por la presencia de los actores alineados en el escenario. Ichaso explicó decisiones temáticas y estéticas sin complacencias. A la pregunta de cuál sería su próximo proyecto, León respondió que le gustaría hacer una comedia aquí, sobre nuestra chanza del día a día. Ojalá surjan los dineros y hasta voluntades desinteresadas, como esta vez. Por lo menos el 25% (si no más) de los asistentes había contribuido de una manera u otra con el filme, y esto demuestra comunidad y disposición de mucha gente. Por eso lamenté no haber visto la película cabalmente, en un cine. Porque el Colony es muy bonito e histórico, pero no es un cine, no tiene ni regulares condiciones para ello. Al menos en el teatro Tower el domingo, aunque más chico (se repondrá a las 5pm), me consta que pantalla y sonido son mejores. Hace unos meses alguien filtró en Cuba uno de las copias inacabadas que en ese momento de preproducción manejaban músicos y editores. A los blogueros que ya han visto en Cuba esa versión pirata del filme, les diré que no transen con el trabajo inacabado, que no hace justica al producto final, ya que no está editada ni musicalizada. Más tarde traten de ver la obra tal cual la concibió su director, trabajando sin descanso hasta un par de días antes del estreno. Es lo justo.