Cristina Fernández
(Foto de la casa de JRJ en Miami)
De los pájaros más solos...
Me pregunto cómo puede hacérsele homenaje a un hombre tímido, renuente de los eventos sociales que lo aburrían y desamparaban. Un hombre que prefería una audición musical a un parloteo entre “entendidos”. Un hombre siempre insatisfecho y del que celebran haber llegado hace setenta años a la Florida de la mano de su cable a tierra: su mujer Xenobia, su Sancho, su hemisferio derecho. La casita blanca, que le recordaba a Moguer, ya no existe. En su lugar se levantan las Alhambra Towers, imponentes dentro de la sección de negocios de Coral Gables. Desde ese rincón se hilvanaron otra vez sus cantos, luego de un período de aturdimiento provocado por la salida al exilio y las noticias dolorosas recibidas en Cuba: el allanamiento de su casa en Madrid, la muerte de su sobrino en la Guerra, la muerte de Antonio Machado, a quien inútilmente trató de que lo invitaran a la Universidad de la Habana, siendo desoída su petición como para que se cumpliera lo irremediable. Juan Ramón Jímenez era un hombre dado a la tristeza, tanto como a la fe; incapaz de vivir sin profundos temores pero dotado de un ojo especial para acatar la belleza del mundo natural. De la Florida lo sedujeron los pájaros, las garzas, los cangrejos, los pinos, la soledad de las marismas. Xenobia, que lo sacaba a pasear como el niño grande que era, daba cuenta en su diario que la razón de JRJ para levantarse algunos días era dar de comer a los pájaros. Habría que añadir que la segunda razón podía ser escribir luego: “….Y los pájaros más solos /cantan como para nadie/ bajan como para todos/ al nadie que está en el todo, /al nadie que está en la nada.” Confieso que me alegré cuando supe que en el Centro Cultural Español de Miami iba a recordarse el paso del poeta por esta tierra. Apartando el regusto a capilla y misa que me sugieren estas veladas fui al convite académico y confieso que sentí en un momento que nada estaba perdido. Fue en la voz de Ida Vitale, quien conociera de jovencita a JRJ en su fructífero viaje a la Argentina. Respetuosa de los silencios y los énfasis del poeta, leyó dos poemas intensos: uno donde la anécdota, su peso, es extendido como una sábana delante de nuestros ojos y encima una voz nos va pintando tres bueyes, una aldea, una tristeza inefable. Otro donde la reflexión nos aparta de cualquier distracción que no sea territorio de subjetividad. JRJ tenía ojo de pintor, pero frente de filósofo. Dijo su mujer que venía de la estirpe de los reyes de León. Cualquiera sabe… En Miami volvió a inflamársele el genio poético y escribió sus “Romances de Coral Gables” pero tampoco hay que tocar al ángelus. Sabemos que aún siendo un apasionado de la tierra de su infancia, no desdeñó concientizar el desapego. “Ninguna ciudad del mundo es la única”; por lo tanto ,todas son malas o todas son buenas… Desde Lérida, sueño con las columnas de Tebas, o con las pirámides; desde Atenas soñaría con un Tokio del siglo XVIII, desde Babilonia con el Londres actual; desde París, con … ¡el Jardin de las Hespérides! Y quizás la impresión de las lecturas, sea en resumen lo mejor”. Entonces, ¿de haber estado ayer en el CCE probablemente hubiera soñado con sentarse a la sombra del portal de un hotel del Vedado, donde lo esperaban para conversar amigos y curiosos? ¿Y de haber estado en la Habana tal vez le apeteciera irse al CCE a compartir con quienes le daban homenaje? Se sabe que en 1956 a JRJ le dieron el Premio Nobel de Literatura. También hubieran podido darle el de la la Paz teniendo en cuenta la permanencia del guerrero en la batalla por domarse a sí mismo, y amistado con la existencia ir al encuentro del dios que late en cada vida, sea niño, pájaro o buey. En esa reunión poética de contrarios-iguales se iluminaban sus contradicciones. De ahí que pudiera escribir esto en su exilio en Miami: “Me encontraré con el sol, / me encontraré con la estrella, / me encontraré al que se vaya / y me encontraré al que venga. / Seremos los cinco iguales / en paz y en luz blancas, negras; / la desnudez de lo igual / igualará su presencia.”
Gracias Cristina. No tenia la menor idea que JRJ habia estado en Miami mucho menos en Coral Gables.
ResponderEliminarCristina: siempre es un placer leerte. Mi primer encuentro con Juan Ramón Jiménez fue cuando mi mamá me leyó "Platero y yo" una vez que estaba enferma cuando niña. Gracias por esa bella semblanza.
ResponderEliminarEl CCE tine un calendario viejo. Que pasa que no les dan $$$$$ para ponerse al dia????
ResponderEliminarMuy lindo escrito. Cuando lei a JRJ en la escuela y siempre me parecio demasiado florido.
ResponderEliminarmuy lindo e interesante el relato. estoy de acuerdo con raysa, jrj me parece algo florido, pero eso no quita que platero y yo sea una cápsula de tiempo que me arrastre hasta mi niñez.
ResponderEliminarsaludos
Que bonito, Cristina. Gracias por presentarme a Juan Ramon. Se ve que vez lo invisible. Cuidate
ResponderEliminarBueno gracias Cristina por hacer mencion. Este tímido hipocondríaco que amaba el sentimiento como nadie, buscaba en la naturaleza y su inocencia aquello que quizás carecía o.... simplemente se adhería a ella para equiparse con sus semejantes; aspectos clave que nunca abandonó en su trayectoria como poeta a lo largo de su vida
ResponderEliminarUn abrazo
Amílcar
Sin duda un poeta importante, pero no es uno de mis favoritos. Cristina: Me transportatste en las alas de tu relato.
ResponderEliminar¿Cuántos años vivieron aquí? He de suponer que no muchos porque después se fue al norte ¿verdad? Resulta que su amada Xenobia también “castro” al ardiente poeta de aquellos versos subidos de tono sobre sus relaciones con las novicias que le cuidaron. Por oposición de allá esos poemas no vieron la luz hasta el 2007 en Libros de amor, pero son más bien de sexo ☺
ResponderEliminarEse show, el Old Grey Whistle Test, es un clásico de la BBC y el presentador que aparece introduciendo a Hendrix es Bob Harris, todo un icono de la crónica rockera. Old Grey rompió los moldes de los programas top music y asumió un tono más alternativo. Incluso llegó a ser más cavernícola que el célebre The Midnigth Special de Burt Sugarman. Me cuadra este dueto de JRJ y JH, dos poéticas en voltajes contrastantes.
ResponderEliminarHey yo, gracias por ese voodoo golden child! Refreshing!
ResponderEliminarGracias al poeta Emilio de Armas me enteré del paso de J.R.J. por la Florida. Vivieron unos dos años en Miami y es cierto que luego se van al norte donde Xenobia pudo impartir cursos en Maryland. Creo que es díficil encasillar su obra en un determinado estilo porque tuvo una evolución hasta llegar a la poesía desnuda, tratando de despojar el artificio. No es mi preferido tampoco pero increíblemente he descubierto mucho más de lo que pensaba. Esos poemas a las novicias no sabía que estaban publicados. Es que J.R.J. parece ser más que lo que creemos saber. Bueno compartir en su nombre.
ResponderEliminarcris, recien te leo hoy, pero nunca es tarde....incluso para releerte.
ResponderEliminaringe
JR, dOnde introduce a H., en un bolsillo??? Introducir es un cognado falso. "lo presenta..." habrAs querido decir.
ResponderEliminarLa gramAtica
Muy lindo escrito .
ResponderEliminarVolveré por más.
Querida gramAtica, introducir, según la RAE, con carácter figurado también alude a la preparación para que alguien sea recibido o admitido en un lugar y granjearle el trato, la amistad, la gracia, etc. Esta función, naturalmente, forma parte del trabajo de presentadores, maestros de ceremonias, animadores, etc. Pero, además, estimada gramAtica (curiosamente sin acento en la A), olvide un tanto el español aprendido precariamente en este país y practique lo que está haciendo con cada vez más frecuencia la otrora rígida RAE: "mucho pelo suelto y carretera". Y gracias por tutearme tan cercanamente, eso me amortigua la quinta década.
ResponderEliminarMe gustaría, Cristina, que no se tome a mal mi rectificación pero creo que el nombre de las personas debe ser el correcto. La esposa de Juan Ramón Jiménez no se llamaba Xenobia sino Zenobia. Xenobia Camprubí.
ResponderEliminarJuan Ramón deslumbró y seguramente lo merecía. Zenobia quedó unos pasos atrás. Lógico en el tiempo y la sociedad en que viviero.
De ella se podrían contar y escribir muchas cosas pero... por eso, crero que lo menos que debemos hacer es llamarla por su verdadero nombre.
Un saludo.
Me equivoqué al escribir el nombre y el apellido. Es, claro, Zenobia Camprubí.
ResponderEliminarAnónimo último: Gracias por rectificar. Parece que con tanto hablar de la xenofobia le troqué a la Camprubí el apellido. Por cierto que en Cuba estudié con una muchacha de ese apellido que decía ser su pariente. Creo que pudiera ser porque he leído que un hermano de ella trabajó en la Isla.
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