Noveno del XXI

Jesús Rosado

Amanecer un otro año más. Presenciar nuevamente el sol al margen de cualquier operación matemática, atestiguarlo en las incandescencias previstas y no previstas entre ionosfera y subsuelo. Todas las promesas que pudieran esperarse de un sol inmutable que gracias al orden divino, permanece dadivoso y familiar como el calcetín que nos abriga. Y lo maravilloso será constatarlo desde cada vidrio repetible con el sosiego de que la órbita astral está libre de disfunciones. Suficiente como para que a la vida podamos seguirla nombrando vida con amable naturalidad más allá de lo impugnable. Hasta jactándonos, incluso, de ser protagonistas de bajo riesgo. ¡Qué chiste! Una liviandad casi obligada para congratularnos y darle la bienvenida a este noveno año del siglo XXI, facilitando el seudoprotocolo entusiasta de saludar la persistencia del oxígeno, y de que hayamos preservado vigente el contrato con la infinitud. Del lobo un pelo. Al menos este año, coterráneos, no jodimos el planeta. ¡Brindemos entonces por esta dichosa luz del 2009! ¡Votos por cuerpo sano, buen espíritu y la inaplazable posibilidad de bienestar! ¡Salud y champagne!