El vacío

Ramón Williams

I
Misterio es no haber recibido aún el parte de la tarde. A las cuatro Nilo se asomó al balcón. Dos de los camaradas atravesaron la calle en dirección al parque. Pedaleaban veloces y apenas dirigieron a Nilo unas miradas escurridizas. Iban un poco serios, diría aturdidos. Nilo quiso silbarles, pero la columna de aire comprimido quedó retenida tras los labios dejándole en el rostro el rictus de los desdentados. A lo mejor el ajetreo del día los había extenuado y vendrían a la noche. No lo reconocieron a causa de la inflamación de su cara. A lo peor decidieron dejarlo fuera de la fiesta, desinformado. La noche demoró en llegar, pero entonces fue despiadada. Un pensante trapo negro que cubriera el barrio. Los camaradas no salieron del trapo para rendir parte. Opción TV: niños desnudos con las barrigas infladas de parásitos, envueltos en nubes de insectos. Nubes. El meteorólogo habla sobre una banda de nublados moviéndose sobre la región occidental del país, centro de altas presiones en el Golfo de México. Altas presiones en el Golfo Arábigo: descendientes de persas y babilonios disputan por el líquido negro. Águila en transparencia. Estudiantes universitarios de ojos almendrados practican Kung-Fu en reyerta contra la policía. ¿Los ojos almendrados se deben a los genes, a las porras o a los gases lacrimógenos? Nilo siente el efecto de gases lacrimógenos en los ojos. La noche se acurruca sobre sus párpados.

II
Matías camina tranquilo. Su cuerpo recibe el flash mortecino que viene de lo alto, entre las nubes. Resiste los impactos y respira el hedor que brota de los proyectiles desmenuzados sobre sus ropas. La figura de Matías cambia de color. El fotorreportero sabe que este es el instante para desenfundar la cámara, sabe que otras figuras experimentan idénticas metamorfosis en esta ciudad esta mañana y que alguien querrá ver uno de esos días lo que ahora ven sus ojos. La cámara no brota de la funda; un retazo pegajoso de la historia quedará sin memoria. La lluvia es dura, asquerosa, molesta, pero Matías camina tranquilo. Debajo de la primera majagua roja un auto viejo espera con el motor en marcha. Dentro, un hombre saca el brazo por la ventanilla, gesticula, grita algo como una orden. El bullicio ha crecido y también ha ganado en orden. Como una música, el ruido parece brotar del disco arañado de un fonógrafo que una mano invisible hace girar. Matías adelanta uno pasos hacia el auto que marcha a su encuentro. La puerta del auto se abre, antes de entrar Matías se detiene y mira al balcón. Está vacío. Vacíos el balcón, el auto, la calle. Todo desaparece en una ciudad que gira vaciando.