Ingeborg Portales
Cuando era una adolescente y todavía no había comenzado a carcomerme la idea de burlar “la maldita circunstancia del agua” me bastaba con refugiarme entre las montañas del Brujo, Pinar del Rio. Allí, entre cuatro bohíos de una misma familia, descubrí la sabiduría del guajiro cubano. Aquel señor guardaba los secretos de la naturaleza en la palma de su mano: “Esa lluvia no va a caer hoy porque no viene de la cabecera”. Su taciturno sentido del humor lo gastaba siempre contra “el maldito gobierno”, entre una mezcla de resignación y rabia contenida. Después supe. “El café de mis tierras, sólo puedo vendérselos a ellos”. Durante la cosecha, G. abría un enorme hoyo en el patio, donde guardaba parte del grano para el consumo familiar y para los trueques con campesinos de la zona. Pero aquel año, alguien lo chivateó. Las pocas veces que G. bajó de las lomas del Brujo, fue para bautizar a cada uno de sus cinco hijos. Ese año, lo hizo para ir a un juicio que lo confinó por diez años en la cárcel. Regresó más curtido y reacio, pero al reclinar cada tarde su taburete, sobre el horcón del portal, nunca pudo olvidar. Este año, entre el humo de unos últimos puros, “cuando sus recuerdos, y los terrores de la vida sobrepasaron el terror a la muerte, G. puso fin a sus días”.
Cuando era una adolescente y todavía no había comenzado a carcomerme la idea de burlar “la maldita circunstancia del agua” me bastaba con refugiarme entre las montañas del Brujo, Pinar del Rio. Allí, entre cuatro bohíos de una misma familia, descubrí la sabiduría del guajiro cubano. Aquel señor guardaba los secretos de la naturaleza en la palma de su mano: “Esa lluvia no va a caer hoy porque no viene de la cabecera”. Su taciturno sentido del humor lo gastaba siempre contra “el maldito gobierno”, entre una mezcla de resignación y rabia contenida. Después supe. “El café de mis tierras, sólo puedo vendérselos a ellos”. Durante la cosecha, G. abría un enorme hoyo en el patio, donde guardaba parte del grano para el consumo familiar y para los trueques con campesinos de la zona. Pero aquel año, alguien lo chivateó. Las pocas veces que G. bajó de las lomas del Brujo, fue para bautizar a cada uno de sus cinco hijos. Ese año, lo hizo para ir a un juicio que lo confinó por diez años en la cárcel. Regresó más curtido y reacio, pero al reclinar cada tarde su taburete, sobre el horcón del portal, nunca pudo olvidar. Este año, entre el humo de unos últimos puros, “cuando sus recuerdos, y los terrores de la vida sobrepasaron el terror a la muerte, G. puso fin a sus días”.
13 comentarios:
Muy muy triste.
Cafeina
Que lindo Pinar del Rio, es distinto al resto de la isla. Los mogotes, la temperatura mas fresca, y bueno Vinales.
Estoy hablando de la naturaleza porque el destrozo de ahora es otra cosa. Lo siento por el guajiro, que desgracia nos ha caido a los cubanos caballeros.
E
Diez anios en la carcel le destrozo el espiritu.
Triste, cierto y muy bien contado.
¿Qué pasa Varela? ¿Te prohibieron hablar conmigo bajo pena de excomunión?
Ingeborg: Buenisimo. Esas son las animaladas de la robolucion. Pobre diablo.
¿Ese período negro no se llamó Ofensiva Revolucionaria?
Es una gota mas en la copa de los horrores. Ingebor tu testimonio es una gota mas. A ver cuando se llena. Anamaria
Triste, sí. Tal como dice E, Pinar del Río cuenta con un encanto especial y ojalá apareciera alguien que se sepa dos o tres cuentos pinareños contados por algún natural al anochecer entre humo de tabaco y quinqué. La narrativa pinareña es silvestre y esotérica, más garciamarquiana que la inventiva del colombiano. Recuerdo aquello de que cuando el circo visitó el pueblecito de Isabel Rubio, el elefante se fajó con Bejuco el caballo de Saudelio por la protranca que era novia de Bejuco... Eso te lo inventaban en menos de un minuto de apagón.
Supongo que la caricatura hace una pequéna referencia a los dinosaurios...ay que cómico....coño pero que cómico está eso....ay coño...que risa...temgo los ojos aguaos.
LS.
Inge, gracias por tu memoria. Mami dice: "Va a llover, mira empotado el cielo". Los viejos son sumo.
vaya guajira, que conozco muy bien de lo que estás hablando... yo también me iba pa la loma del Brujo, pa esos mismos 4 bohíos que estás hablando, con la misma familia, el mismo café, el mismo río, el mismo microclima (uy, qué frío), las mismas malangas ("pero niña, come arroz", me decía G.), los mismos perros, las mismas súper aventuras ("no quiero tripilingo ni gozadera", nos advirtió-amenazó uno de los primos montado en su caballo)... mira, que tengo recuerdos en mi memoria y en mi cuerpo (una piedra en la rodilla y una quemadura en el pie)... nada, que yo también estuve ahí y yo también lo disfrute (mucho, mucho)... lo mismo que tú...
Ingeborg,
Me hiciste recordar cuando nos fuimos juntos a las lomas de pinar en el 93'...
Saludos.
Luis-Mario
Publicar un comentario