"la expresión operativa de su potencial dominador" (la amistad entre varones)

Ramón Alejandro (de su libro inédito Adua la Pedagoga)

La amistad entre varones está siempre fuertemente determinada por eso que se da en llamar la rivalidad. La cultura trata de canalizar como puede ese deseo natural de cada individuo de ser más fuerte, rico, bello, afortunado, que el «amigo» que se supone "querer". Pero allá por los recovecos de ese cerebro reptiliano que dicen algunos que dormita en la base de nuestro cerebelo, o en un desván, o en un sótano, o dentro de un escaparate, o en una gaveta polvorienta más o menos olvidada de nuestra laberíntica masa encefálica, está agazapado el bestial antropoide que nunca entenderá de sublimaciones y que lo que quiere es desollar lisa y llanamente al otro, quien quiera que éste sea, por mucho que lo quiera o deje de quererlo, para comérselo vivo y fagocitar su proteína en beneficio propio. Se pudiera decir que el anticastrismo de ciertos anticastristas fuese principalmente envidia del éxito que Fidel Castro ha tenido en la mayoría de las innumerables epopeyas emprendidas durante toda su ya larguísima vida. Que la manera en que se ha salido siempre con la suya y de cómo ha logrado transformar los reveses en victorias tal infinidad de veces les provocase un acendrado rencor por no ser ellos capaces de ser tan eficaces en la expresión operativa de su potencial dominador. Nace así esa envidia más o menos disimulada que los caracteriza provocada por la propia euforia vencedora doblada de una capacidad de resistencia extraordinaria en los momentos difíciles que saben que no poseen ellos como la posee él de tan exhuberante y superlativa manera. Cada uno de nosotros está muy legítimamente orgulloso de ser tal cual es, sea como quiera que sea. Mi felicidad profunda de ser maricón no se diferencia esencialmente de su infinito placer de haber poseído hasta el collín a toda una Isla, y no de las menores de nuestro planeta. Todita para él. El tiempo que le ha salido de su guabina, para hacer lo que a él le haya salido del meollo hacer con ella. Porque cada uno es feliz de diferente manera y que para gustos se han hecho los colores. Toda madre cubana quisiera tener un hijo como Fifo, que destimbale a todos sus enemigos y se le escape siempre al diablo. Que parece que pudiera haberse mejor llamado Víctor o Almanzor, que quiere decir lo mismo en árabe. Aunque parece que el nombre que le hubiera gustado llevar a él personalmente es justamente el de Alejandro. Porque ese fue su nombre de guerra mientras duraron los combates en la Sierra Maestra.