De lo plástico-abstracto y la estética del ballet

Isis Wirth

Lo “plástico-abstracto” era entendido por Kandinsky como algo que no debía ser desdeñado u oscurecido por una idea puramente material o forma orgánica alguna, aunque ésta posea, de todos modos, “una íntima armonía que le es propia, la cual puede ser la misma de la forma abstracta, que le es paralela, o totalmente diferente”. Malevich escribe en 1927: “Toda forma real es un mundo (…) Lo esencial es el sentimiento de las formas: en sí mismo y por completo independiente del contexto en que ha sido creado”. La forma orgánica de Kandinsky es, en la estética del ballet, la abstracción de la “línea clásica” del bailarín. Digamos que éste diseñe su propio espacio con un arabesque penchée. Así modela la otredad de la forma escénica. La forma orgánica que le ha dado concreción material a ese modelado –las piernas, de “línea perfecta” o no- ya no se reconoce como tal. La “forma-mundo” de Malevich es el cuello largo. (…) El historiador Curt Sachs señalaba que las danzas sacras primitivas, en las que se vuelve el rostro hacia el cielo y los brazos se dirigen hacia arriba, le recordaban el estilo arquitectónico europeo que surgió del alma extática porque también se asociaba con una derrota de la terrenalidad, con un ímpetu irresistible hacia lo alto. Este “cuello gótico” ha sido una vieja obsesión humana, que ya sostuvo Plotino al decir que “la belleza de la forma es una razón proveniente de los dioses”. No es casual que Nefertiti, la mujer del perfil sublime, fuese la esposa del primer profeta del monoteísmo: el famoso busto de Nefertiti fue esculpido por un artista que le insuflaba a la piedra el designio de Akhenatón. Desde entonces, la egipcia documenta el antecedente más remoto del “collo longo” renacentista –de Boticelli a Parmigianino- , de la obsesión formal de Modigliani. El escultor de Nefertiti le dio sutil elegancia a la metáfora, al acentuar la línea del cuello y hacer menos pesado y corpóreo el rostro idealizado.
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Tomado de Después de Giselle, (Aduana Vieja, 2008.) Triumph of the Skies de Kazimir Malevich (1908).