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El hombre que quiso ser escuchado.
Manu Dibango es sin duda uno de los mejores saxofonistas africanos de jazz. Su carrera comienza en los años 60 tempranos, cuando el músico camerunita se une a la Zairean Band African Jazz, agrupación con la que viajó el mundo. En 1972 Dibango saca su Soul Makossa, que creó el “sonido Dibango” de jarro tenor rajado y potente (sólo tenía un rival en Gato Barbieri). Dibango ha colaborado con músicos de la categoría de Fela Kuti, Sly Dunbar, Robbie Shakespeare, Don Cherry y la Fania All-Stars. Para más de un crítico importante, Soul Makossa fue el primer gran hit africano global y un generador de esa máquina llamada “disco” de mediado de los años 70. Dibango es compositor y ha hecho música para importantes películas africanas, como Ceddo (1977).
Jesús Rosado
Según Erasmo de Rótterdam si reírse de todo es propio de tontos, no reírse de nada es propio de estúpidos, y a esa terquedad contra el cretinismo le debemos cuota histórica a Stan Laurel y Oliver Hardy, pues no existe dueto cómico que haya provocado tantas toneladas de risa como el Gordo y el Flaco. Unidos profesionalmente desde 1927, gracias al olfato del productor Hal Roach, llegaron a convertirse en una de las mejores opciones de la comedia visual, llegándosele a considerar como la más relevante pareja comediante del cine. El concepto Laurel & Hardy revitalizó el consabido slapstick del acervo humorístico anglo quien era el mayor consumidor de este estilo violento del bufo escénico, aunque su comicidad penetró con éxito en todos lo públicos del género. Sin embargo, el contrapunto entre la necedad flemática de Laurel con la irritabilidad del bonachón Hardy, le permitió a Roach derivar hacia una oferta más orgánica y sutil en la comedia de situaciones, en las que el simpático contraste de los personajes se hizo exitosa fórmula continuista. El nivel de complementación de la pareja llegó a niveles de invalidez individual. El uno sin el otro no alcanzaba horizontes en la gran pantalla. Cada intento en solitario terminó en rotundo fracaso, mientras que juntos eran capaces de lograr piezas antológicas. Laurel, el flaco, atolondrado y cohibido era el gancho seductor y activo de la pareja, siendo además, el cerebro guionista de los performances. Hardy era decidido y fanfarrón y el soporte situacional de la dramaturgia. Por el dominio de la acción escénica, la pareja hizo cómodamente la transición entre cine silente y sonoro, aunque sus frivolidades temáticas carecían de peso para el largometraje. Aún así, la trayectoria del dúo devino legado en el humor contemporáneo, repercutiendo en todos los medios visuales, desde el cartoon hasta en la publicidad, e influenciando en la carrera de ingeniosos humoristas como Jerry Lewis y Dick Van Dyke. Sobre Laurel y Hardy han circulado persistentes rumores de la farándula, afirmando que tras la entrañable relación había una discreta pero intensa relación gay, lo cual parece contradecirse con la estabilidad matrimonial de Hardy y la escandalosa heterosexualidad de Laurel. De ser cierto no haría más que refirmar el aura lunática de una talentosa y laboriosa pareja, a la que más allá de las murmuraciones le debemos abundancia de risa, esa terapia optimista que la cultura americana cataloga como infalible.