Don't Cry for Me Argentina (2)

Alcides Herrera

Atorarse en el túnel lo salvó, pues en la bóveda de ese banco y sólo en ésa, la ex del Presidente guardaba la documentación sobre la misteriosa muerte del hijo de ambos –a manos, ya se sabe, de la mafia turca. La señora, que estaba resentida con el señor (Presidente), simplemente ya no le hablaba, como toda ex que se respeta, pero cuando vio en el tv que el banco que había escogido para proteger su investigación estaba siendo asaltado, no dudó en marcar el número del Número 1 para contarle que ahí estaban los papeles y que sin duda perjudicaría a todos –es decir: a él, a la nación– que la opinion pública los leyese. Como se dice en los cuentos que llegan a serlo: “la respuesta no se hizo esperar”. Hay cierto punto en que el dinero deja de ser más importante que la vida, que ver el sol mañana. Mientras el viejo estaba atorado en el túnel, viviendo al presente la vergüenza que lo mató algún tiempo después, sus “compañeros” se habían visto en la penosa necesidad de tomar rehenes y negociaban su escape con la policía. Pidieron dos automóviles. El dedo que se levanta y todo lo decide, se había levantado en ese punto, y entre las muchas formas de decidir, escogió que no importaba la vida de los rehenes –la de los malos, por supuesto, no cuenta ni en las películas– sino mantener en secreto su amistad más o menos sospechosa con la mafia turca. Cuando salieron los recibió una lluvia de balas. Y fueron tantas que ni siquiera los autos se reconocían cuando paró todo –para no hablar de los cadáveres, ya que sería amarillista. Volviendo al viejo, a la oración primera: atorarse en el túnel lo salvó. Teniendo huecos que dan a la vida, al futuro, huecos por los que cabe un hombre aunque esté hinchado, la cárcel se puede manejar.