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Les presento la Torre Olán (1952), de Calzada y 11, del arquitecto cubano Antonio Santana. Construida en el estilo llamado streamline, gema capitalina de sensualidad apolínea, Flat Iron maleconero. Aunque Santana ya debía conocer el Solimar de Manuel Copado, de Soledad 205 (terminado en 1944), si se les compara, el Solimar es un esfuerzo trunco, que además no le asienta a Centro Habana. Personalmente no recuerdo la Olán (no tengo planos... sólo estas fotos de archivo). Visto de la esquina, la torre, con nueve pisos coronados con penthouse y mirador, parece querer levantar vuelo. Su diseño curvilíneo (que acordona sus primeros cuatro pisos) le confiere una peculiar esbeltez escultural (parece más alta de lo que es). Visto desde la 11, las ampulosas terrazas de sus balcones, pintadas de blanco, parecieran flotar en el aire. Al lado de la Olán tenemos el emblema del poder financiero: La Embajada de los Estados Unidos, de Harrison & Abramovitz, ubicada en Malecón y 7 (terminada, ¿coincidencia?, el mismo año que la Olán). La embajada se sostiene en una combinación de prismas rectangulares que forma el basamento y otro que define la torre... puro racionalismo. La Olán es algo heterodoxa (su aerodinamismo es casi una aberración moderna, sino, leer la plataformas del Constructivismo, De Stijl, o las propuestas bauhausistas de Mies). La embajada es previsible (no hay más que contemplar el proyecto de la firma en Albany, NY, experimento insoportablemente autoritario). Con la excepción de su participación en las Naciones Unidas y el Avery Fisher Hall, Harrison & Abramovitz dejaron a la posteridad un montón de rascacielos aburridos (imagen corporativa, salida de la escuela Chicago), que abrazan el estilo internacional sin la elegancia que exhiben obras como el Seagram de Mies (1954-58) o la Lever House de Sidmore, Owens and Merill (1951). ¿Qué pasó con Antonio Santana después del desastre del 59?
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