Ramón Williams
Un demonólogo de paso por La Habana resuelve suicidarse y así conocer de una vez el infierno. El hombre, ceremonioso, fascinado y muerto, llama a la primera puerta. Un individuo asoma de inmediato. Diga, dice el individuo sin disimular su apuro. Perdone usted, ¿Esto es el infierno? Pregunta el demonólogo. Lea usted, responde el individuo y señala con un martillo el cartel sobre la puerta. El demonólogo no mira el cartel, observa detenidamente el aspecto del individuo. Siglos de iconografía medieval delatan a la bestia tras el maquillaje de recebo, envuelta en un overall mullido, bajo el casco salpicado de cemento. ¡El diablo, usted es el diablo! Exclama el demonólogo y lleno de felicidad se abalanza sobre el individuo. Este lo detiene. Eso fue hace mucho tiempo. “Compañero constructor”, así me llaman ahora. El individuo suspira y abre un poco más la puerta. Fíjese bien usted, allí, el diablo es aquel. El demonólogo ajusta sus lentes y adelanta un paso. Los vapores de azufre y la polvareda dificultan la visión. Dos pasos, otro más. La visión se completa. Sobre un montículo de grava se alza inequívoca, de Quientusabes, la figura. El estudioso retrocede, el rostro se le crispa, a sus espaldas la puerta del infierno deja escapar unos chirridos y con fuerte golpe se cierra.
Un demonólogo de paso por La Habana resuelve suicidarse y así conocer de una vez el infierno. El hombre, ceremonioso, fascinado y muerto, llama a la primera puerta. Un individuo asoma de inmediato. Diga, dice el individuo sin disimular su apuro. Perdone usted, ¿Esto es el infierno? Pregunta el demonólogo. Lea usted, responde el individuo y señala con un martillo el cartel sobre la puerta. El demonólogo no mira el cartel, observa detenidamente el aspecto del individuo. Siglos de iconografía medieval delatan a la bestia tras el maquillaje de recebo, envuelta en un overall mullido, bajo el casco salpicado de cemento. ¡El diablo, usted es el diablo! Exclama el demonólogo y lleno de felicidad se abalanza sobre el individuo. Este lo detiene. Eso fue hace mucho tiempo. “Compañero constructor”, así me llaman ahora. El individuo suspira y abre un poco más la puerta. Fíjese bien usted, allí, el diablo es aquel. El demonólogo ajusta sus lentes y adelanta un paso. Los vapores de azufre y la polvareda dificultan la visión. Dos pasos, otro más. La visión se completa. Sobre un montículo de grava se alza inequívoca, de Quientusabes, la figura. El estudioso retrocede, el rostro se le crispa, a sus espaldas la puerta del infierno deja escapar unos chirridos y con fuerte golpe se cierra.
Es así.
ResponderEliminarGuau..., Williams...very creepy.
ResponderEliminarN~ooooooo Ramon tremendo pa comenzar el lunes! Es verdad que el tipo se le escapo y ahora Chvez igualito de hp.
ResponderEliminarRW: Concuerdo con Isis y Cafeina: Estremecedor.
ResponderEliminarGenial, Ramoncito, sencillamente genial.
ResponderEliminarEntonces no quiero ir a La Habana.
ResponderEliminarQuien es peor, quientusabes o el demonio? O es que son el mismo?
ResponderEliminarsi el diablo te quiere llevar
ResponderEliminardigaleeeee que no!
si el diablo te quiere llevar,
digale que no, que no!
Pregunta: Rezara Dios por el Demonio?
ResponderEliminarAyyy wey... el Demonio se apodero de mi teclado.
ResponderEliminarLa pregunta era si Jesus (no Dios) rezara por el Demonio.
el demonologo se encontro con la orma de sus zapato.
ResponderEliminarSaludos, danzantes de tumiamiblog. Dos semanas largas, cargaditas de consecuencias y de nuevos empeños. Lo peor fue perderme la feria y una avería en el fregadero del lugar donde sigo, los fines de semana, con unas pinturas que comencé hace unas 6 vueltas a la bola, cuando pintaba todo el día a cualquier hora. No se sobreentiende que tengo Internet allí (a momentos solo y entre amigos, gatos, gatas, aguarrás y tubos de Winton fresco), la tendré durante la semana entrante. En la playa los aparatos siguen locos. Y así.
ResponderEliminarAhora leo los post más recientes y me dan ganas de comentar en retrospectiva pero el brazo no me deja, quiere cama, con él combato para que me deje continuar, llegaremos a un acuerdo después de un baño esperanzador.
Un demonólogo… integra El estudiante. Creo que en el fondo el texto comenta el caudillismo, las sustituciones de poder, las usurpaciones y desplazamientos de los centros de dominación. Pero mientras ese fondo no queda en evidencia, este cuento da soberbio cuero al turismo místico atrapado en la praxis socialista. No se me ocurrió a mí, sólo le conferí ese aspecto. Se trata de un cuento popular cubano cuyo legítimo autor es el rumor de las masas; ellas que no paran de doblar el lomo, execrar y reír casi a la vez. No me extrañaría que Alvarez Guedes o Raúl Rivero reclamaran su autoría. De quien sea la idea estremecedora inicial, sencillamente es genial. Díganme qué de ella encuentran por allá afuera.
ResponderEliminarLléguense a Penultimos a ver una gráfica por el cambio.
ResponderEliminarMachete.
Williams: No habia entrado en tu demoniaco post. Felicidades!
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