Alfredo Triff
Cuando hablamos de las ruinas capitalinas (y pienso en Antonio José Ponte), siempre volvemos a La Habana Vieja y Centro Habana. ¿Y La Calzada del Cerro? ¿Por qué nadie la menciona? Queda como testigo muda del desatino castrista. La ruina del mejor neoclasicismo habanero tuvo glorioso pasado: La ampliación de La Habana por parte del general Miguel Tacón en 1840. Al “cerro” le echaron los ojos el patriciado habanero que le iba huyendo a la promiscuidad del antiguo casco (son los primeros suburbanitas capitalinos). Cuarenta años de florecimiento febril de quintas a ambos lados de la calzada. Joyas de veraneo que asumen una forma común, como guiadas por una mano estilística invisible: dieciochismo neoclásico hecho hábitat de la burguesía. Esas quintas de fachadas lisas, columnata y balaustrada, rodeadas por jardines, exhiben la mejor calidad ornamental arquitectónica de la época: enrejado de complejo diseño, techos y pisos enlosados (imitando el imbricado de la alfombra morisca); jambaje en los vanos, profusión de fuentes, estatuas, puentes y glorietas. El Cerro del buen vivir, interior fresco (dentro de puntales de 5 metros de altura), con mobiliario opulente, elegante, en medio de amplias galerías. Ahí están las joyas del patriarcado criollo: La casona de José Melgares, del arquitecto Antonio Benítez Uthán (que después le comprara el Conde de Fernandina), con suntuoso portal sostenido por rusticadas columnas. La casa de Luisa Herrera, de Horacio Navarrete, con sus extensos jardines, reja exterior con cancela y su esbelta columnata de madera. La exquisita casa de Dámaso Gutiérrez en Patrocinio #103 de Mario Rotllant, acaso el mejor ejemplo de Art Nouveau de La Habana (la otra joya de Rotllant es el semiderruído Edificio de Viviendas en Cárdenas #161). Sin contar las quintas Covadonga, la del Marqués de San Miguel de Carvajal, la del Conde de Santovenia y la bella casa del Marqués de Pinar del Río. Cerro del Acueducto Albear (Medalla de Oro en la exposición de París de 1878). Cerro de sociedades culturales como la Sociedad de La Caridad del Cerro, la Sociedad del Pilar o el Colegio del Salvador de José de la Luz y Caballero. Incluso cuando el “boom” de los años 50 se respetó la característica urbana de la bella calzada. ¿Y después? No hay palabras para describir cuatro decenios de desidia.
Cuando hablamos de las ruinas capitalinas (y pienso en Antonio José Ponte), siempre volvemos a La Habana Vieja y Centro Habana. ¿Y La Calzada del Cerro? ¿Por qué nadie la menciona? Queda como testigo muda del desatino castrista. La ruina del mejor neoclasicismo habanero tuvo glorioso pasado: La ampliación de La Habana por parte del general Miguel Tacón en 1840. Al “cerro” le echaron los ojos el patriciado habanero que le iba huyendo a la promiscuidad del antiguo casco (son los primeros suburbanitas capitalinos). Cuarenta años de florecimiento febril de quintas a ambos lados de la calzada. Joyas de veraneo que asumen una forma común, como guiadas por una mano estilística invisible: dieciochismo neoclásico hecho hábitat de la burguesía. Esas quintas de fachadas lisas, columnata y balaustrada, rodeadas por jardines, exhiben la mejor calidad ornamental arquitectónica de la época: enrejado de complejo diseño, techos y pisos enlosados (imitando el imbricado de la alfombra morisca); jambaje en los vanos, profusión de fuentes, estatuas, puentes y glorietas. El Cerro del buen vivir, interior fresco (dentro de puntales de 5 metros de altura), con mobiliario opulente, elegante, en medio de amplias galerías. Ahí están las joyas del patriarcado criollo: La casona de José Melgares, del arquitecto Antonio Benítez Uthán (que después le comprara el Conde de Fernandina), con suntuoso portal sostenido por rusticadas columnas. La casa de Luisa Herrera, de Horacio Navarrete, con sus extensos jardines, reja exterior con cancela y su esbelta columnata de madera. La exquisita casa de Dámaso Gutiérrez en Patrocinio #103 de Mario Rotllant, acaso el mejor ejemplo de Art Nouveau de La Habana (la otra joya de Rotllant es el semiderruído Edificio de Viviendas en Cárdenas #161). Sin contar las quintas Covadonga, la del Marqués de San Miguel de Carvajal, la del Conde de Santovenia y la bella casa del Marqués de Pinar del Río. Cerro del Acueducto Albear (Medalla de Oro en la exposición de París de 1878). Cerro de sociedades culturales como la Sociedad de La Caridad del Cerro, la Sociedad del Pilar o el Colegio del Salvador de José de la Luz y Caballero. Incluso cuando el “boom” de los años 50 se respetó la característica urbana de la bella calzada. ¿Y después? No hay palabras para describir cuatro decenios de desidia.
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¡Touché! El Cerro se ha olvidado como otras tantas cosas. Triff: Excelente post dominical sobre arquitectura que debiera de repetirse.
ResponderEliminarPedro Alvarez,pinto estas escenas costumbristas de la Habana,mas nadie tuvo el buen gusto de darse cuenta de esto.
ResponderEliminarMi última parada en la entrañable Habana. Vivía en Calzada del Cerro entre Peñón y San Cristóbal, frente por frente al Museo Municipal del Cerro, donde trabajé en prestación de servicios durante la etapa preinaugural. El Museo está situado en Calzada del Cerro, número 1852 esquina a Peñón, y ocupa una bellísima edificación en forma de L que contiene un acogedor patio central. Una construcción décimononesca interesantísima y suntuosa con marcados elementos neoclásicos, vinculada a propietarios como el Marqués de Villata y, posteriormente, al comerciante azucarero Guillermo Bonnet. Coincido con Alfredo en el esplendor de la zona. Convertida la Calzada en uno de los ejes del tánsito capitalino desde finales del XVIII, su desarrollo como vía de circulación atrajo a los acaudalados habaneros a construír portentosas casas quintas, una tipología que encontraría definición en esta área y que como barrio aristocrático fue una especie de ensayo precedente para lo que sería algún día Miramar. Sin embargo, es también modelo de proceso desegregacionista en la arquitectura de la capital, proletarizándose paulatinamente, marginalizándose después, hasta llegar al estado de ruina actual causado por el castrismo que ha resultado en que más del 80% del volumen urbanístico en el municipio esté considerado en estado de conservación crítica. La conocida zona del Husillo -y perdonen que me extienda un poquito en el comentario- y los tramos de la Zanja Real aún rescatables fueron tema de una gran polémica entre el historiador y arqueólogo Antonio Ramos Zúñiga (radicado actualmente aquí en Miami) y la entonces directora del Patrimonio Cultural, la difunta Marta Arjona. A principios de los ochenta, Tony Ramos, que estaba trabajando voluntariamente en el rescate de los sitios arqueológicos relacionados con el sistema de acueductos, presentó un plan de rehabilitación y preservación para dichos sitios, el cual fue saboteado por la que se suponía le diera el visto bueno al sucumbir ante los intereses partidistas de la localidad que se resistían a involucrarse en ese proyecto de rescate. El choque con Marta Arjona le costó a Tony Ramos su plaza como especialista de Patrimonio. Profesionalmente se intentó, similar a las precarias edificaciones del Cerro, que mi amigo Ramos Zúñiga se convirtiera también en una ruina.
ResponderEliminarcalzada del cerro entre Peñón y San Cristóbal, no existe.
EliminarPedro Alvares le dedico una serie de sus primeros cuadros a estas vistas.
ResponderEliminarUnas cuadras más allá de donde vivía y curralaba Jesús, doblando la curva del cine Wonder y la olvidada pizzería restauromodernizada en los sesenta, casi llegando al frustrado proyecto de la vanvanteca de Fornés, en otro casón colonial convertido en la Clínica de las Católicas Cubanas, tuve la gracia de nacer, con mis preocupantes doce libras, un lunes de primavera de 1960. Gracias por lo que me toca, Alfre. Un abrazo a tutti.
ResponderEliminarTriff...acabaste conmigo! En El Cerro me crie: Esperanza y San Quintin.
ResponderEliminarCabrón, mi vieja vivió un tiempo en Esperanza entre Bellavista y San Quintín. Ese es el barrio El Canal.
ResponderEliminarJR como se le dice llamaria a la gente del cerro, cerreristas?
ResponderEliminarJa,ja,ja. Sí, porque la otra opción es más intransigente. O como diría usted con su habitual diplomacia: "un poquitico reacia".
ResponderEliminarMuy valioso tu comentario JR.
ResponderEliminarCreo que el mayor crimen urbanistico capitalino radica en La Calzada. Se ensan~aron con ella. Si bien El Cerro ya tenia sabor proletario durante los primeros treinta an~os de republica, no es menos cierto que se respeto' su integridad (incluso en los 50. Nosotros no un movimiento de conservacionismo arquitectonico capitalino. Eso debia llegar con los 60 y 70, pero , como he dicho antes con el odio a la arquitectura del susodicho y las "prioridades productivas" (se me olvido mencionar la Quinta Las Delicias de Charles Brun, un modelo bizarro de castillo feudal frances... le llamaban "la quinta de los monos" porque Rosalia Abreu, su propietaria tenia un zoologico en la casa).
Superinteresante tu post de hoy Triff. No habia recapacitado en el Cerro. Siempre dabamos por sentado (al igual que Guanabacoa o Regla) que esos pueblos no representaban la opulencia de la capital. Y eso que mi tio vivia en tremenda casona en Guanabacoa, construida por mi tio abuelo. Castro... si mal no recuerdo era la calle. Dos matas bellisimas de aguacata y dos de mango. Mi tia era una amante de las gatas. Entrar en la casa era penetrar en otro mundo.
ResponderEliminares como un espejismo de la infancia que me lleva a un trópico con sus muertos, su basura de todo tipo . . . un mundo que no es ya ni capitalista ni comunista.
ResponderEliminarque bonito el lugar que decribe TRIFF.....................la calzada no era tan bonita cuando boniatillo la vivio....................todo se veia feuco............el iba a a casa de una tia en el CERRO...........esta tia le dio una ensalada de berro y boniatillo jugo con fosforos por primera vez alli. eran las ganas de irse que tenia boniatillo, que le hicieron perder el gusto por la HABANA.
ResponderEliminar"...podría un transeúnte salir del ámbito de las fortalezas del puerto y andar hasta las afueras de la ciudad, atravesando todo el centro de la población,recorriendo las antiguas Calzadas del Monte y de la Reina, tramontando las Calzadas del Cerro o del Jesús del Monte, siguiendo una misma y renovada columnata en la que todos los estilos de las columnas aparecen representados, conjugados o mestizados hasta el infinito."
ResponderEliminarAlejo Carpentier. La Ciudad de las Columnas
Entre visitas familiares y este post dominical, me acerco y me distancio de mi querida Habana. En el Cerro nací, no recuerdo si en las Católicas Cubanas o en la Quinta Covadonga. En un teléfono público del Cerro, por distraída, casi pierdo mi "carnet de identidad". Una hermana de mi padre aún vive allí, muy cerca de la fábrica de chorizos. En una casa muy parecida a esas que ya hace tiempo advierten poder ser parte de un testimonio tan dramático como el del documental "El Arte de hacer ruinas", conocí a una viejita santera que tenía extraños dones y que guardaba secretos heredados de sus ancestros nigerianos.
ResponderEliminarYLA
el puro mio fue uno de los dueños del bar canal antes que se lo intervinieran los "revolucionarios" en el anio '59. yo tenia cinco anios y ya aprendia a odiar a los fidelistas, aprovechados, descarados y recentidos sociales, que venian a aprovecharce de lo que le quitaban a la gente que trabajo toda su vida, luchando para vivir mejor. claro que ya todos conocemos esa parte de la historia.
ResponderEliminargracias alfredo por tan bonitas memorias de la calzada.
alguien sabe donde estaba el cine valentino en la habana?
dolphin...no debes olvidar la calzada de diez de octubre, con la esquina de toyo y su bodegon, la oncena, la loma del burro. los portales y columnas de diez de octubre eran esquisitos. la calzada por areas de santo suarez, parecian pinturas de di chirico por sus columnas romanas y portales con puntales inmensos. sabian que di chirico se le vendio al duche y sus pinturas se convirtieron en obras propagandistas, por las cuales recibia el equivalente de 30,000, hoy dia.?
paz y amor
Mi querido Triff;
ResponderEliminarNo todos hemos olvidado esa mítica Calzada del Cerro. Personalmente, siempre la he llevado en la memoria. De hecho, rindo mi homenaje particular a ese barrio habanero en "La isla de los amores infinitos", donde traté de rescatar del olvido la historia de esas grandes fincas de recreo. No por gusto la protagonista nace (igual que yo) en la mismísima Casa de José Melgares, convertida en la Clínica Católicas Cubanas.
Creo que quizás hay un olvido "oficial", pero mientras haya habaneros de raza --como esta servidora-- el Cerro será uno de esos puntales inamovibles en nuestra memoria.
We were born in the same place, Daína. Now I'll read and esteem you more. It's been a pleasure to know that. El Cerro has the key, no doubt.
ResponderEliminarMachetico:
ResponderEliminarQué bueno saber que hay otro "cerrícola" por aquí. Y para colmo, vecino de cuna...
Daina: Que sorpresa! Naciste entonces bajo buena arquitectura... (dicen que eso otorga potencia). Mache, realmente no me imaginaba que tantos blogueros fueran cerreristas.
ResponderEliminar... YLA parece que tambien nacio en "Las Catolicas". Quiero buscar una foto a ver si la cuelgo. Daina... cerri'cola o cerrerista?
ResponderEliminarTriff:
ResponderEliminarLo de "cerrícola" fue una broma, por supuesto... por aquello de mi "conexión" extraterrestre. Si hay terrícolas, ¿por qué no puede haber cerrícolas?
;-))
Y entonces, Daína... ¿cerreristas o cerreros? ¿cómo nos iría con ese último gentilicio?
ResponderEliminarjr:
ResponderEliminarLa verdad es que no tengo idea de cuál es el gentilicio correcto. Creo que ni siquiera existe. No me quedaría con "cerrerista" por razones de trauma histórico (me recuerda demasiado la palabra cederista). Tampoco me gusta cerrero, porque la palabra ya existe y no me agradaría aplicársela a los nacidos en este barrio (aplícase a lo salvaje, indomable, soberbio, brusco, tosco; aunque también se califica de cerrero a lo que viaja sin rumbo fijo, a la deriva). Me sigue gustando "cerrícola". Cuando me vino a la cabeza, me hizo sonreír por las razones que ya expliqué arriba. Así es ya veo esta palabreja con cierto humor. Sin embargo, y hablando en serio, pudiera haber otras posibilidades: cerrano, cerranense, cerrense, cerreño...
Cerranos se conocen y todos se identifican con el
EliminarQuiero meter la cuchareta: Para la mujer prefiero "cerrenera", por eso de habanera.
ResponderEliminarCerreño me huele familiar, Daína, por lo de Cerro y lo de isleño. Un gentilicio con aroma de panadería y café recién colado.
ResponderEliminarVuelvo de nuevo... Ya veo que hay un monton de cerricolas (hola Daina.. no te acuerdas de mi pero tengo un libro tuyo firmado).
ResponderEliminarTriff te invito a que pienses de nuevo el un post a Guanabacoa.
Yo usé "cerrero" en broma, en una minibio que Ernesto colgó en sus colaboradores en Penúltimos. Me suena bien "cerreño" y disfuto también el fantasioso "cerrícola". Nacimos en el mismo edificio, creo que por la misma época, eso es lo importante.
ResponderEliminarGuanabacoa....
ResponderEliminarSí, hermano, Guanabacoa...acéptalo: estás condenado a La Habana, ja,ja,ja
ResponderEliminarVivi en la Habana pero no fui mucho al Cerro y nunca a Guanabacoa. Era del Vedado y iba a Centro Habana a Marianao, a la Vibora.
ResponderEliminarNo me lo explico. Jamas visite en interior de la Habana. Creo que era un extraterrestre.
He llegado un poco tarde y no me lo perdono. El Cerro abriga tantos bellos recuerdos de mi infancia. Es cierto que el Cerro fue el barrio de los pudientes criollos, pero durante mi juventud en los 40 la barriada era de clase media y obrera, que eso sí, amaban y cuidaban muchísimo su vecindario. Recuerdo caminar de pequeño y quedarme asombrado mirando los altos puntales, el trabajo de orfebrería de los techos y las luces tenues que salían de esas bellas rejas durante la noche. Era una vía de culebra llena de pasado de olor a exuberante pasado. El barrio brillaba durante las navidades porque cada dueño protegía su casa con los mejores artesanos que no cobraban tanto por hacerles el trabajo. No les exagero si les digo que no recuerdo haber visto ni una sola casa derrumbarse durante mi juventud.
ResponderEliminarIgnorante: Atesoro tu comentario.
ResponderEliminarIgnorante:
ResponderEliminarQué hermosa y vívida descripción. Me llevaste de la mano en ese paseo por tu recuerdo.
me voy pa la calzada caballero...ooops, ya no tiene nada que ver con lo que describe ignorante! gracias fidel!
ResponderEliminarHola necesito comunicarme con Tony, si es su amigo por favor digale que Elizabeth, la del Festival, desea hablar con él, gracias.
ResponderEliminarElizabeth
Mis abuelos vivian en la Calzada
ResponderEliminardel Cerro esquina a Penon.
al lado de La Vencedora del Cerro,
una lecheria. Al frente estaba la
Estacion de Bomberos y una Casa de
Socorros.
Que tiempos aquellos
Adal, el cine Valentino quedaba en la Calzada del Cerro esquina a Infanta, alto en el terreno en la esquina noroeste con una palma real solitaria delante. Lo nombraron por el actor de cine silente Rodolfo Valentino de la década de los 20. Era viejo y humilde, ponían muchas películas mexicanas, recuerdo "Tania la bella salvaje" por Rosa Carmina. Guarina
ResponderEliminarHe llegado algo tarde aquí para advertir que la edificación, actualmente en un estado deplorable, no es la calzada del cerro, esta es una casona ubicada en la calle primelles.
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