Una epidemia que asoló la zona, durante el verano de 1876, mató a decenas de habitantes de la región, negros y blancos por igual […]. Sin ánimo para soportar la visión de la esclavita que le recordaba a su difunta esposa, el hombre decidió regalarla a un primo que vivía en una finca del naciente barrio habanero de El Cerro […]. Caridad no sabía que iba a una quinta de recreo, un sitio destinado al reposo y a la contemplación. Observaba con recelo las haciendas junto a las cuales pasaba su carromato: palacetes de ensueño, rodeados de jardines y protegidos por árboles frutales. Por un instante olvidó sus miedos y prestó oídos a la conversación de dos capataces que guiaban el carromato. —Ahí vivió doña Luisa Herrera antes de casarse con el conde de Jibacoa —decía uno—. Y aquella es la casa del conde de Fernandina —indicó hacia otra mansión, adornada por un jardín lateral y un poderoso frontón al frente—, famosa por las estatuas de sus dos leones en la entrada. —¿Qué pasó con ellas? —El marqués de Pinar del Río las copió para ponerlas a un costado de su casa, así es que el conde se cabreó y mandó a retirar las originales. Mira, ahí están los leones del marqués... Aunque su vida hubiera dependido de ello, Caridad nunca habría podido describir la majestuosidad de la verja custodiada por aquellos dos animales —uno dormido, con su cabeza descansando entre las patas, y el otro aún soñoliento—; tampoco habría sabido dar una descripción exacta de los vitrales elaborados con rojos sangrientos, azules profundos y verdes míticos, ni de las rejas bordadas que protegían los ventanales, ni de las columnas de esplendor romano que resguardaban el portal. Carecía de vocabulario para eso, pero su aliento se detuvo ante tanta belleza. (Continúa...).
viernes, 30 de noviembre de 2007
Homenaje a El Cerro
Una epidemia que asoló la zona, durante el verano de 1876, mató a decenas de habitantes de la región, negros y blancos por igual […]. Sin ánimo para soportar la visión de la esclavita que le recordaba a su difunta esposa, el hombre decidió regalarla a un primo que vivía en una finca del naciente barrio habanero de El Cerro […]. Caridad no sabía que iba a una quinta de recreo, un sitio destinado al reposo y a la contemplación. Observaba con recelo las haciendas junto a las cuales pasaba su carromato: palacetes de ensueño, rodeados de jardines y protegidos por árboles frutales. Por un instante olvidó sus miedos y prestó oídos a la conversación de dos capataces que guiaban el carromato. —Ahí vivió doña Luisa Herrera antes de casarse con el conde de Jibacoa —decía uno—. Y aquella es la casa del conde de Fernandina —indicó hacia otra mansión, adornada por un jardín lateral y un poderoso frontón al frente—, famosa por las estatuas de sus dos leones en la entrada. —¿Qué pasó con ellas? —El marqués de Pinar del Río las copió para ponerlas a un costado de su casa, así es que el conde se cabreó y mandó a retirar las originales. Mira, ahí están los leones del marqués... Aunque su vida hubiera dependido de ello, Caridad nunca habría podido describir la majestuosidad de la verja custodiada por aquellos dos animales —uno dormido, con su cabeza descansando entre las patas, y el otro aún soñoliento—; tampoco habría sabido dar una descripción exacta de los vitrales elaborados con rojos sangrientos, azules profundos y verdes míticos, ni de las rejas bordadas que protegían los ventanales, ni de las columnas de esplendor romano que resguardaban el portal. Carecía de vocabulario para eso, pero su aliento se detuvo ante tanta belleza. (Continúa...).
jueves, 29 de noviembre de 2007
Paradoja
Yo, que he caminado sobre el costillar de la ballena azul en la inmóvil noche de las Islas Loffotten.
Yo, quería ser Don Juan y terminé por ser Fausto.
miércoles, 28 de noviembre de 2007
El chocolate también es una tristeza
Al decir del crítico Alejandro Ríos, hay un movimiento de resurrección del documental en el medio cinematográfico cubano. Obras frescas sin el maquillaje oficialista brotan de un talento alternativo que está registrando una realidad difícil de evidenciar por su acontecer insensato si no es con el apoyo de la imagen y del sonido. Ya no se trata de la referencia “revolucionarista” que pautara un habilidoso manipulador del género fatalmente castropolitizado como Santiago Álvarez, sino de jóvenes que beben de ese magisterio técnico y, a la vez, de inéditas tendencias externas para hacer laboratorio estético; sobre todo, explorando e intentando tensar contracultura con excelencia. La pieza Model Town (2007) del joven realizador Laimir Fano, que nos descubriera recientemente Ríos en su habitual programa, se encarga de ilustrar dicho fenómeno de legitimación artística en el ámbito de la Isla. Para su documental, Fano halló tema en el mítico poblado levantado al norte de La Habana por Milton S. Hershey, zar del chocolate, quien convirtiera el villorrio en una comunidad idílica para sus empleados. A partir de los testimonios de antiguos residentes del lugar, el autor cuestiona la fábula gubernamental y la torna al revés: nada ha significado progreso después del 59, sino al contrario, subsistir se ha convertido en proeza fantasmal. Fotografía, audio y edición seccionan tres etapas emocionales: el recuerdo feliz, la decadencia del presente y la revisita proustiana de una clave pretérita. El sonido revive el pasado con un jolgorio de nostalgias eufóricas yuxtapuestas. El deterioro actual no necesita énfasis, el lente se pasea por la precariedad acaecida con dramática mesura. ¿Cómo enfrentarán ahora este mentís visual los ideólogos y los historiadores comisionados del castrismo… más cuando existe la amenaza de otros Hershey por revelar: textilera de Ariguanabo, las plantas de Moa, la Goodyear de San José, los centrales azucareros…? ¿Cómo trastocar comparaciones? ¿Quién sería el Gran Tergiversador? Pareciera sugerir el cortometraje de Fano que el capital “explotaba” maniobrando sobre elementos benefactores para la vida pública. ¿Y arrasado el capital qué? La respuesta cuaja en esos rostros abrumados, que al final se reencuentran conmovidos con aquellas golosinas de cacao tras cinco décadas sin paladearlas; otrora dulzura Hershey que fuese sentido utilitario y hedonista de sus vidas y cuya pérdida se ha hecho razón permanente de tristeza.
martes, 27 de noviembre de 2007
Globalización Changó
Changó abrió los ojos y no reconoció el lugar. La lanza había caído de su mano en algún momento y en su lugar un mouse inalámbrico le hacía guiños con sus ojos de luz roja. Un ruido sordo se acercaban velozmente y atrajo su vista hacia delante, a tiempo para saltar a un lado y dejar una estampida de gacelas que se le venía arriba y amenazaban con pisotearlo. Se tapa la cara esperando lo inevitable, pero no pasa nada, ¿dónde están? Desaparecieron. Changó no entiende nada. Sigiloso, se recupera aún del piso y pasa la mano por la superficie floja del monitor TFT que tiene ante sí; es suave como el arroyo pero su dedo no se humedece a su contacto (entonces juega a hacer ondas de agua seca). De repente un Jeep irrumpe con sus motores rugientes y lo lanza tras las gacelas que se alejan. Se aferra como puede al borde de la mesa y lucha contra el vértigo que le produce tan loca carrera. Sobresaltado, cae de espaldas en el suelo heciendo mil pedazos un adorno de porcelana sobre la mesa de centro. Corre, busca una salida y no la encuentra. El Jeep se ha detenido, lo mira y bufa como un toro, para después lanzarse sobre él a toda velocidad. Ruge, acelera y Changó, loco de terror ve en el último momento la claridad que entra por la ventana y se lanza hacia el cristal para evitar la pisada. Afuera todo es blanco… la calma. Miles de gotas de agua helada se clavan en su desnudo pecho. Por más que corre no puede esquivarlas; duelen más que las antiguas lanzas de las tribus vecinas. Mira la ciudad desde lo alto del London-eye, se acomoda la corbata, alisa su traje. El aire frío le trae el ruido del tráfico que pugna en las calles y avenidas del centro; por alguna extraña razón, comienza a sentir claustrofobia. Otro día lejos de los suyos. Otro día de cazador cazado. Another fucking day in paradise.
lunes, 26 de noviembre de 2007
Ser un tumiamense
Lejos de los libros y los discos, casi todos los lugares se me hacen ajenos. Incluso la hermosa Salvador de Bahía, donde viví unos seis años y cuyas calles, olores, mujeres y ritmos me dieron infinidad de placeres. No exagero: allí me reafirmé como lusitano. Pero en Salvador nunca tuve una biblioteca. Tampoco una discografía. Vivía al día como traductor y reportero, y la necesidad de comer me obligaba a pensar en coleccionar como un lujo superfluo. No digo que allí no escuché música. Por el contrario, escuché en abundancia y puedo afirmar con orgullo enfermizo que las músicas de Bahía son las más ricas, complejas, sensuales, altivas y ancestrales del continente. Pero nunca hice de la música un motivo para la bohemia, que en mi caso es sentarse a buscarle todas las pajas posibles a unos discos, unos compositores, unas formas de tocar. En ese sentido, Miami me ha dado muchas lecciones. Mis amigos de Nueva York me recriminan por vivir en un desierto. Y puede quetengan razón. Pero aquí aprendí a escuchar de todo. Si se la compara con Nueva York, Miami ofrece casi nada. Pero lo poco se aprovecha. Su provincianismo, su sentido de ciudad que en el fondo es una aldea, permite un trato más familiar. Mis amigos neoyorquinos se sorprenden que hable con músicos a los que ellos sólo sueñan con saludar de lejos. Tengo la impresión de que en Nueva York los melomános son sectarios. Escuchan siguiendo los dictámenes de la nostalgia. En Miami, ni siquiera los cubanos –cuyas formas de nostalgia merecen todo un estudio filosófico- se detienen demasiado en unas parcelas musicales. Mal que bien, hemos aprendido a escuchar al otro. Se nota en las colecciones que crecen en las casas de pintores, abogados, profesores, repartidores de pizza, traductor desempleado, oficinista. Esas colecciones son siempre una buena garantía para sentirse a gusto en una ciudad que no es tan mala como la pintan.
domingo, 25 de noviembre de 2007
Neutra en La Habana
Una de las mejores casas de la arquitectura moderna habanera está en 19-A #15012 del reparto Cubanacán, cerca del Laguito (semiótica del exilio de los 60). La mansión de Alfred de Schulthess fue construida por el gran arquitecto austriaco Richard Neutra, con la ayuda de los criollos Raúl Álvarez y Enrique Gutierrez. Neutra quien sale del secesionismo vienés (sus maestros eran Loos, Wagner y Mendelsohn), propone una elegancia geométrica -en el sentido platónico de la edificación para los sentidos-, desde su Lovell Health House (1927) pasando por la increíble Kaufmann (de Palm Springs California) o la suntuosa Casa Moore en el desierto de Ojai, California (la construcción en La Habana sería su primera obra tropical). Agradezcamos a de Schulthess, representante de la compañía suiza Nestlé en La Habana por el encargo; lástima que sólo pudo vivir en su casa cuatro años (1956-1960). La mansión inspira más jazz y feeling que danzón y chachachá (acaso con un poco de música alpina, cortesía de Richard Strauss). Qué decir de los jardines diseñados por el brasilero Burle Marx (el arquitecto paisajista más importante del siglo XX). Suntuosidad, textura y colorido con semibosque rectangular de tamarindos, mangos, palmas, flamboyanes y ficus, que cede a las coberturas casi transparentes de helechos y el verdor de vastos baños de césped pespunteados con arbustivas tropicales. Caminemos... la entrada rodeada de estanques con juegos de agua y una enorme piscina, para alcanzar la lonja a través de una marquesina apoyada en secuencia de pórticos en forma de U invertida (otro sello formal de Neutra). Cruzamos el vestíbulo de piso de granito verdoso para llegar a un espacio interior continuo, sin paredes: el “living”, el bar y un amplio comedor con muebles europeos modernos. Apreciamos el salón con vista al jardín privado (a través de amplias cristaleras subdivididas por paneles plegables). Subimos entonces al segundo nivel a través de una amplia escalera que articula el vestíbulo con la planta alta. Vigas voladas soportan amplios aleros en ambas fachadas (manera nipona de lidiar con el sol tropical que Neutra hereda de Lloyd Wright). Disfrutamos la secuencia de vigas en voladizo, que en un plano intermedio sirven de apoyo a la terraza continua del piso alto. Imaginemos una fiesta íntima chez de Schulthess en diciembre de 1957... desde la terraza del segundo piso, con las puertas de cristal abiertas, música de fondo, luces tenues y murmuro de risas y conversaciones apagadas que nos llegan desde el jardín.
sábado, 24 de noviembre de 2007
Los dientes del mono
Les Dents du singe
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Tumiamiblog
La joyita surrealista del conocido realizador René Laloux no requiere demasiada explicación (de cualquier manera, debe intentarse): Corre 1960, en plena ciudad moderna. Caraverde tiene un turno con el dentista (hace días que tiene un dolor de muelas que lo tiene loco... no sabe que el doctor es un sádico que trafica con dientes como implantes destinados a sus pacientes acaudalados). Ya en la silla el odontólogo extrae caninos, incisivos, molares. “Los dientes son a la boca como la familia a la mesa”, imagina Caraverde, ahora testigo de su “extracción” familiar. “Los dientes son como edificios”. El sacamuelas carga con Caraverde a cuestas y lo despacha junto a una casa abandonada en las afueras (¿qué hace un simio en bicicleta?). Por interminables avenidas caminan seres que se transforman -caprichosamente- en personajes de la historia bucal de Caraverde (el restaurante se convierte en carnicería, los transeúntes en salchichas). Caraverde se mete en el liceo, seguido por peatones, que mecánicamente se tornan en chiquillos... en una clase de anatomía en la que posa como maniquí (triste ser un payaso sin dientes). ¿Qué hacer? Caraverde retorna a su casa, caminando solitario y cabizbajo. Una vez adentro, va directo al espejo y se mira el rostro. Y por primera vez gime (¿habrá reconocido la razón de su pesar?). Mientras, el cruel dentista no se percata que alguien viene por él (acaso para romper definitivamente el hechizo que pende sobre Caraverde). Al fin y al cabo, el mono/mago/ciclista se queda deambulando entre los altos rascacielos citadinos que ahora florecen bajo el sol primaveral.
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Otras obras premiadas de René Laloux son El planeta salvaje (1973), con Roland Topor y Les Maîtres du temps, 1981. La semana que viene (a propósito de nuestra era llena de violencia), presentaremos Les temps morts (1964), de Laloux y Topor.
viernes, 23 de noviembre de 2007
La cena del pavo
Era la primera vez que celebrarían Thanksgiving y para tal ocasión José estrenaría una guapita nueva, color crema (aquellas famosas camisitas cubanas) y María sus zapatos de charol rojo. Acababan de llegar del infierno y aterrizaron en el paraíso después de ganarse la famosa lotería de visas, unos meses antes del fin del año. Aprovecharían la famosa cena para dar las gracias por los favores recibidos, el poder estar “del otro lado” y de paso, conocer un poco más de la ciudad y entablar otras amistades. He aquí el dialogo:
Juana: Oye María ¿qué vas a hacer el día de Thanksgiving?
María: ¿Qué es eso?
Juana: Chica, la cena del pavo, la familia reunida y eso.
María: No sé Juana, aún no tenemos ni familia ni amistades aquí.
Juana: Me tienen a mí y yo los invito a casa de unos amigos.
María: OK, gracias.
Juana: Paso por Uds. a las 6:00pm.
Ese día lo pasaron revisando el mapa de la ciudad que colgaba en la pared de la cocina. Trataron de comunicarse con Juana y así tener más o menos una noción de cómo llegar. José recordó las palabras de su abuelo: ¡Cuando llegues allá vas a tener que aprender a manejar y a 65 millas por hora! Se acordaba de esas palabras y sudaba frío. Las autopistas y la velocidad lo ponían nervioso. Pensaba que su vida corría peligro cada minuto que pasaba en un automóvil, que todo podía esfumarse en un santiamén. En ese instante Juana llamó por teléfono diciéndole: Ya tengo la dirección, es sólo cruzando la calle de tu casa. José dio las gracias por no tener que subirse a un carro y así librarse de toda la tensión que eso le provocaba. Se sintió dichoso. Juana llegó a las 6:00 de la tarde y sin perder un minuto los conminó a seguirla. Tomaron el ascensor, bajaron al primer piso y cruzaron la calle. Por un instante, María soltó la mano de José quien se agachó a amarrase un cordón suelto del zapato. Tendrían que haber visto la cara de guanajo que puso cuando alcanzó a ver el camión de mudanzas que le venía encima. Se escuchó el chillido de gomas, un golpe seco y el chasquido de la carne retorcida. Cuando movieron el camión, la guapita nueva color crema de José estaba intacta.
jueves, 22 de noviembre de 2007
Gratitud
Levántate. Frota tu piel. Palpa tu carnalidad y déjate poseer unos minutos por la hiperconciencia; pocas veces dedicamos tiempo a discernir esa fórmula divina. Ya no eres polvo. Tú eres tú, así de simple y de maravilla. Pestañea, camina lentamente. Concéntrate en los más leves avatares alrededor de los desplazamientos inminentes. Hay brisa, hay energía, hay temperatura. Un misterio y un estremecimiento que te acompañan y te envuelven. Que hacen asomarte a la luz, sumergirte en los azules y los verdes, no desdeñar los grises y las sombras. Someterte dócilmente a los primeros olores del día. Hacer de la humedad el primer brindis e imaginar ser pez copulando con el sol. Ese es el origen, lo que nos convierte en océano con huesos, lo que sigue provocando los oleajes del plasma, lo que nos hace ventaja sobre el diamante inmóvil. Este viaje en torno a nosotros puede revelar el ignoto chasquido sublime. Vernos como imágenes de un flashazo amoroso; seres de claves y memorias amasadas por un proyecto supremo y remoto que nos ha obsequiado un ensayo irrepetible: vivir. Una alternativa ajena a nuestras voluntades pero que nunca ha sido desechada de primera instancia. Si somos escépticos, al menos, elogiemos la oportunidad provista y, si más allá, nos ha llegado a apasionar esta aventura táctil elevemos alabanzas de gratitud. Unos brevísimos instantes de elegía hacia la génesis y los congéneres y nos sentiremos mejores huéspedes de sí mismos. Será oro intangible que desde el corazón lanzamos al espacio, cántico astral que, esparciéndose, acrisolará mineral de bendiciones.
miércoles, 21 de noviembre de 2007
Caravaggio, el primer abstracto
“Caravaggio vino al mundo para destruir la pintura”, dijo Nicolas Poussin después de la muerte de Michelangelo Merisi, el más revolucionario de todos los pintores en la historia del arte. Si ésta tiene un sentido, es el de poder establecer los “tráficos de influencias”. Después de Caravaggio, la pintura entendida como visualización del conocimiento se adentró en una espiral auto-destructora que no podía sino dar nacimiento a la abstracción y a las vanguardias. Caravaggio es el primer abstracto y el primer moderno. Fue el barroco por excelencia, aún si la pintura barroca, salvo excepciones, fue una degradación con respecto a lo que le antecedió (clasicismo y manierismo). Lo subsiguiente a Caravaggio no podía sino desembocar en la limpieza neoclásica en consecuencia efectuada por David, más emparentado de lo que pudiera pensarse con el maldito, especialmente a través de sus discípulos Gros e Ingres: el último, uno de los padres de Picasso. Manet es impensable sin el otro Michelangelo. De Manet a los impresionistas no hay más que un paso, lo mismo que de éstos a la abstracción, aun si prefiero a Turner que a los franceses. El italiano cambió el cómo se decía, otorgándole así a lo “formal” la preeminencia. Alteró los planos de composición, aún si no dañó la perspectiva. Pero en él la forma de la luz, retomando a Malraux, no diseña figuras a partir de la oscuridad. La luz le sirve para dar el sentido del volumen. Al ser ella quien define y enfatiza, la figura emerge del cuadro y en esta manera cesa de ser “figurativa”. Aislados, sus altos contrastes de luces y sombras son abstractos. Algunos han especulado que la iluminación caravaggesca estaría vinculada a asociaciones místicas de la luz. Los primeros interesados en la pintura del maldito fueron los seguidores de Galileo, que la tradición esotérica relaciona con los oscuros “Illuminati”, no necesariamente los mismos de Dan Brown. Y cuántos vínculos no posee el esoterismo con la abstracción del siglo XX.
martes, 20 de noviembre de 2007
Crítica de la calor pura
Amanece de invierno. Despierta en mi carne la arcaica memoria del norte. A fin de cuentas, si somos agua, nuestra inmediata potencialidad tendría que ser el hielo. El aire huele (¿o deseo que huela?) a lejanas violetas, a frágiles hogueras. Comienzan en el jardín las domésticas migraciones. Hambrientos pájaros escarban entre los canteros. El gusano se zambulle en una tierra todavía tibia; tres pulgadas en cualquier dirección lo acecha el abismo. El trópico corrompe nuestros ciclos. A cien grados Farenheit a la sombra, sobreviene en nuestras células el terror al movimiento. Terror a la evaporación. Entonces, puesto que hemos renunciado al viaje, se nos olvida hibernar. Resurrección a medias. El cuerpo reconstituido en una apresurada partitura. Sueños que no alcanzan a curarnos. Nada se sostiene en su imagen. Las raíces emprenden la fuga hacia la superficie. Es la temperatura de los espejismos. En París, César Vallejo se ponía el abrigo no porque estuviera nevando sino para que empezara a nevar (El poeta que ejerce sus poderes chamánicos). Abro la ventana en Miami para ver al bisonte sobre la nevada pradera y escuchar la exacta fragmentación de la luz contra la roca. Mi aliento se condensa en afiladas espirales. Habría que guardar las más fuertes semillas. Algún día volveré a ser nómada.
lunes, 19 de noviembre de 2007
Una forma alemana de sufrir
Poco antes de que tumbase el Limbo por decreto, esta visión tuvimos de Benedicto: que estaba simplemente duchándose, que se le había caído el jabón y veíamos su culo rosado. (...) Chuna describió varias intuiciones: hay un espacio encima de los pensamientos, un vacío del que no sale ni entra nada, una cosa fuera de nuestro alcance, un escape para que el building nunca se llegue a calentar. Por si no había tenido suficiente, terminó diciendo que Cristo es comprar un número -a ver si ganas. (...) Para mí son leones y se conforman con empezar algo, lejos del oído sordo del mundo y del miedo a la oscuridad. Si fuere uno de ellos, no me presentaría allí ni me pondría plumas azules, plumas rojas. (...) Estas palabras van a correr la misma suerte pero por una temporada aquí vivirás. Resulta que desperté llorando -no por tu culpa ni por la mía: digamos que por culpa del 2007-, y todo aquello que podría ser exageración literaria ya no lo era y lo borré. (...) Eso genera una electricidad que, como decíamos ayer, se mide con la barba. (...) Uno escribe más cosas en la cabeza. Camino a casa, cuando tienes, se quedan enganchadas en los álamos. Entonces te mueves por Bird Road, también llamada La 40, y te reciben los umbrales. Me gusta tu risa. No es lo único que me gusta pero hoy alcanzó protagonismo, brillo mundial. Iba adelante con la fantasía. Para nosotros, la misma hoja cae dos veces. (...) Las 4:44, como si fuera poco el sobregiro, como si el corazón estuviese más bueno de lo que se anuncia. Mientras dure la vida la tempestad nos va a durar, y entre los pocos brillos de algo, tendremos este escudo para nuestro camino: unos ojos reales. (...) Primero lo seleccionas todo -ctrl a- y luego presionas backspace: así se borra un cuento.
domingo, 18 de noviembre de 2007
Marisela Verena: Trova, no oda
La olvidada Calzada del Cerro
Cuando hablamos de las ruinas capitalinas (y pienso en Antonio José Ponte), siempre volvemos a La Habana Vieja y Centro Habana. ¿Y La Calzada del Cerro? ¿Por qué nadie la menciona? Queda como testigo muda del desatino castrista. La ruina del mejor neoclasicismo habanero tuvo glorioso pasado: La ampliación de La Habana por parte del general Miguel Tacón en 1840. Al “cerro” le echaron los ojos el patriciado habanero que le iba huyendo a la promiscuidad del antiguo casco (son los primeros suburbanitas capitalinos). Cuarenta años de florecimiento febril de quintas a ambos lados de la calzada. Joyas de veraneo que asumen una forma común, como guiadas por una mano estilística invisible: dieciochismo neoclásico hecho hábitat de la burguesía. Esas quintas de fachadas lisas, columnata y balaustrada, rodeadas por jardines, exhiben la mejor calidad ornamental arquitectónica de la época: enrejado de complejo diseño, techos y pisos enlosados (imitando el imbricado de la alfombra morisca); jambaje en los vanos, profusión de fuentes, estatuas, puentes y glorietas. El Cerro del buen vivir, interior fresco (dentro de puntales de 5 metros de altura), con mobiliario opulente, elegante, en medio de amplias galerías. Ahí están las joyas del patriarcado criollo: La casona de José Melgares, del arquitecto Antonio Benítez Uthán (que después le comprara el Conde de Fernandina), con suntuoso portal sostenido por rusticadas columnas. La casa de Luisa Herrera, de Horacio Navarrete, con sus extensos jardines, reja exterior con cancela y su esbelta columnata de madera. La exquisita casa de Dámaso Gutiérrez en Patrocinio #103 de Mario Rotllant, acaso el mejor ejemplo de Art Nouveau de La Habana (la otra joya de Rotllant es el semiderruído Edificio de Viviendas en Cárdenas #161). Sin contar las quintas Covadonga, la del Marqués de San Miguel de Carvajal, la del Conde de Santovenia y la bella casa del Marqués de Pinar del Río. Cerro del Acueducto Albear (Medalla de Oro en la exposición de París de 1878). Cerro de sociedades culturales como la Sociedad de La Caridad del Cerro, la Sociedad del Pilar o el Colegio del Salvador de José de la Luz y Caballero. Incluso cuando el “boom” de los años 50 se respetó la característica urbana de la bella calzada. ¿Y después? No hay palabras para describir cuatro decenios de desidia.
sábado, 17 de noviembre de 2007
presenciar lo cierto, es decir, lo falso
De pronto le pareció entender aquello en términos que lo excedían infinitamente. Sintió como si le hubiera sido dado ver al fin la realidad. Un momento de la realidad que le había parecido falsa porque era la verdadera, la que ahora ya no estaba viendo. Lo que acababa de presenciar era lo cierto, es decir lo falso.—Julio Cortázar, La Banda.
Citas absurdas
viernes, 16 de noviembre de 2007
Cántico para Miami
Cántico: Nosotros … los que aquí estamos. Protegidos por la cultura de la calle, el ruido de las ideas, la noticia interior. Arropados por las notas de una ciudad y sus hijos. Bajo la sombra de la palma y el manglar, reteniendo lo que nos queda de noviembre, sus hojas, el rumor obsceno del viento. Esperando y desesperando. Bohemios de pantalla e icono. Sucios de verdad. Irreverentes. Amamos la profecía de lo cotidiano en el artículo, lo mordaz, lo niño, lo elegante…lo común. Nosotros, pseudónimos de sobra célebres ante nuestro espejo de baño, compartimos el amor efímero en la respuesta, la loa, el insulto inteligente, la referencia política, la sexualidad oral -gracias Freud- del adjetivo en el comentario, y el gusto por este pequeño pesebre miamense. Los aquí presentes, puntuales a la cita del día-a-día, perseguimos la belleza de la provocación y luchamos para que este Miami no se nos muera con la pornografía de la desidia, ni en la oficialidad de sus sujetos públicos. Tercamente plurales, queremos llevar la dicha de Voltaire en los labios: “Detesto tus ideas, pero estoy dispuesto a morir por tu derecho a expresarlas”. ¡Miami...así despiertes este viernes!
jueves, 15 de noviembre de 2007
Aromas de un Viaje
Viernes y Sábado de esta semana (Noviembre 16,17)
Luego del éxito de “Aromas de un Viaje” durante la temporada y en su presentación especial en el Sleepless Night Festival de Miami Beach, Teatro en Miami decidió extender cuatro funciones en su sede en la Pequeña Havana. “La obra ha sido un éxito de público” – comenta la actriz y productora Sandra García – “Llevaremos la temporada hasta la semana antes de Thanksgiving para darle tiempo a aquellos que todavía no la han visto y a otros que nos han comentado que le gustaría verla nuevamente.”
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“Aromas de un Viaje” es el segundo estreno de la compañía Teatro en Miami, en su nuevo espacio. Con próximos estrenos anunciados como “El Reloj Dodecafónico”, “Enema” y “Sala de Espera” más la reposición con un montaje completamente renovado de “Improvisando a Chejov”, mantendrán una programación estable durante el 2008.
Bomberos, rescue y el batazo de Concha “la gorda”
Ya me daba cuenta que “la gorda”, en realidad, no había muerto. Mientras, su hijo Pepito, de ocho años, era acosado por una tropa de moscas, atraídas, sin duda, por la peste del pobrecito (Pepito se la pasaba siempre cagando los pantalones). Concha, “la gorda”: 200 kilos de mujer, con una lengua tan inmunda como cualquier cloaca de La Plaza del Vapor. Yiyito y Lázaro (par de zánganos, habitantes de La Paloma) se pusieron de acuerdo para jugarle una mala pasada: le llamaron al rescue, con el cuento de que la gorda se estaba muriendo. En Miami, circa 1967, la estación de bomberos quedaba en la 12 y la 13 (donde hoy se erige la estación del NET, otrora Museo Cubano de Arte y Cultura) en medio de una barriada de tétricos edificios. Primero, la sirena, el alboroto, gente en los balcones y la azotea. De tres carros bombas y una ambulancia se bajan cerca de dos docenas de bomberos. Después del incidente, imaginen a la gorda, bate en mano, en medio de los dos edificios palomares, mentando madres y santos... y nosotros, (como esos niñitos traviesos en las películas de Fellini), escondidos, muertos de la risa. De repente sucede algo inesperado: la gorda se aparece y parte hacia donde estaba Lázaro y le suena un batazo en el medio de la frente (del cual éste jamás se recuperó, Lázaro terminó en un hospital psiquiátrico). Desde aquel día Yiyito (su uña y carne), desapareció del palomar. Con la gorda no se metieron, lo cual me alegró: Le daba colorido al palomar. Además, ¿quién iba a cuidar de Pepito y su amiga la peste? Recuerdo que terminamos esa noche en el techo del edificio, riéndonos del desquiciado suceso. ¡Que Miami caballero! Para la próxima les cuento algo que tiene que ver con el Libanés Supermarket (¡qué rica estaba la hija del dueñooo!).
miércoles, 14 de noviembre de 2007
Catársis inconsciente en el cinema de Martin Arnold
Tumiamiblog
Martin Arnold (n. 1959) es un director de cine experimental austriaco con diplomas en psicología e historia del arte de la Universidad de Viena. Desde 1995, Arnold es profesor de la Academia de Bellas Artes en Frankfurt y profesor invitado en las universidades de Wisconsin (en Milwaukee) y del prestigioso San Francisco Art Institute. A primera vista (en el clip de arriba con Judy Garland) resalta la repetición continua y catártica fabricada por Arnold, transformación -y exploración al mismo tiempo- de la canción en un ejercicio absurdo (como salido de un poema dadaísta de Schwitters), donde lo evidente ahora es lo que está detrás, la "memoria" del original; otra película que apunta a ¿su inconsciente? y revela ángulos equívocos de la historia del cine. Jacques Lacan ha dicho que "recordar implica un límite de dos direcciones antagónicas: memoria y repetición, un ir-y-venir donde el recuerdo siempre se resiste a la repetición". No se pierdan Pièce touchée de Arnold, la que Akira M. Lippit describe como "una máquina de cine -no una copia óptica repetitiva- sino una máquina mnemográfica, aparato que escribe y vuelve a escribir recuerdos en la superficie de la película... llena de averías, interrupciones y corto-circuitos que crean una maquinaria tartamuda, neurótica". Vean la página de Martin Arnold aquí.
martes, 13 de noviembre de 2007
Salto al vacío
Fe: Parlamento en boca de todos. Se dice que sin fe somos hojas secas a merced del viento. Ella transforma nuestro cuerpo y nuestra mente. Soren Kierkegaard decía que la fe es un salto al vacío (incógnita absurda de un momento soberano). Se dice que creer es inevitable, pero algunos “creen” más de lo que deben (de ahí el reino de los déspotas). Se cree por sentirse uno mejor, por los demás, por misericordia, por miedo, por el qué-dirán, por inercia, por insensatez. ¿Pero la fe? Es distinta. San Pablo (id est, Saulo de Tarso, asesino de cristianos), la definió como “la certeza en aquello que no podemos ver”. Definición paradójica e incongruente. ¿Una certeza ignorante de sí? (¿es justo condenar a alguien al patíbulo por un acto de fe?) Ignorantemente irrefutable la fe paulina. Tomemos a Abraham (el ejemplo favorito de Kierkegaard). El patriarca no se detiene a razonar lo injusto del sacrificio divino; su osadía viene de una certeza de la que él es desconocedor (esperemos que Dios, por su parte, sea ignorante de la intención de Abraham, pues si tuviera acceso a la disposición interna del viejo, predeterminaría su fe, lo cual es repugnante). ¿Qué propósito tiene la prueba entonces? Fe de Dios. Fe en Abraham. ¿Puede ser Dios Omnisciente e ignorante a la vez?
lunes, 12 de noviembre de 2007
Un demonólogo de paso por La Habana
Un demonólogo de paso por La Habana resuelve suicidarse y así conocer de una vez el infierno. El hombre, ceremonioso, fascinado y muerto, llama a la primera puerta. Un individuo asoma de inmediato. Diga, dice el individuo sin disimular su apuro. Perdone usted, ¿Esto es el infierno? Pregunta el demonólogo. Lea usted, responde el individuo y señala con un martillo el cartel sobre la puerta. El demonólogo no mira el cartel, observa detenidamente el aspecto del individuo. Siglos de iconografía medieval delatan a la bestia tras el maquillaje de recebo, envuelta en un overall mullido, bajo el casco salpicado de cemento. ¡El diablo, usted es el diablo! Exclama el demonólogo y lleno de felicidad se abalanza sobre el individuo. Este lo detiene. Eso fue hace mucho tiempo. “Compañero constructor”, así me llaman ahora. El individuo suspira y abre un poco más la puerta. Fíjese bien usted, allí, el diablo es aquel. El demonólogo ajusta sus lentes y adelanta un paso. Los vapores de azufre y la polvareda dificultan la visión. Dos pasos, otro más. La visión se completa. Sobre un montículo de grava se alza inequívoca, de Quientusabes, la figura. El estudioso retrocede, el rostro se le crispa, a sus espaldas la puerta del infierno deja escapar unos chirridos y con fuerte golpe se cierra.
domingo, 11 de noviembre de 2007
Libros y la experiencia humana
La presentación de Daína Chaviano y Cristina Rivera-Garza ayer en la feria, en algún momento devino reflexión sobre la semiótica de los libros. De libros y lectura siempre se dirán flores (aunque algunos libros apesten como la lepra y condenen al lector a las tinieblas -ahí su poder). Borges dice: "Que otros se jacten de las páginas que han escrito; a mí me enorgullecen las que he leído". Y es que cada libro que hemos leído nos acompaña y de algún modo nos hace quien somos. Libros que nos han arrojado de bruces al hondo fondo de la incertidumbre existencia o al pozo oscuro de la nada (El arrebato de Lol V. Stein o cualquier cosa otra de Marguerite Duras propone un vacío existencial). La manzana en la oscuridad, de Clarice Lispector, nos coloca la entretela del subconsciente. Textos que han abierto para nosotros un sendero de luces y grises, cuyo sortilegio rinde para toda una vida (digamos Las ruinas circulares, El lobo estepario o Narciso y Goldmundo, o digamos ladrillos como La montaña mágica, o evoquemos algún poema de Rosario Castellanos, de Rimbaud). Libros que activan fibras de la sensibilidad, colmando una carencia, dosificando la estadía de un sentimiento extraviado, libros para vivir y para amar (nuestro amor siempre se fundacionó en un libro, en la experiencia ajena que vino a sugerir y fomentar nuestra travesía emocional). Nos releemos y aliviamos en las arduas páginas de Proust, o en las íntimas confesiones de Anaïs Nin, nos sofocamos en las pasiones de Adriano/Yourcenar, Bovary/Flaubert, o reposamos la agitada agenda en el vuelco cultural de un koan, en una cláusula del I Ching, redescubrimos fibras de identidad en Antonio José Ponte. Los libros son testimonios de la experiencia humana, son mundos, son preguntas cifradas en aquella frase que sentimos fue escrita para una, y así los libros dan indicios, liberando logos en lenguas y arquetipos polisémicos de lo que será nuestra propia vida.
sábado, 10 de noviembre de 2007
Jaques Brel y la filosofía del olvido
Uno no olvida nada-de-nada, uno no olvida nada del todo. Uno se acostumbra, eso es todo. Ni las partidas, ni los barcos, ni los viajes que nos trastornan (de paisaje en paisaje, de cara en cara). Todos esos puertos, todos esos bares (toda esa trampa para cucarachas). Uno espera la mañana gris (el cinema del güisqui). Nada de eso. Nada en el mundo sabe hacernos olvidar o puede hacernos olvidar que la tierra es redonda. Uno no olvida nada-de-nada, uno no olvida nada del todo. Uno se acostumbra, eso es todo. Ni los “nunca”, ni los “siempre”. Ni los “te quiero” (esos amores que prosiguen a través de corazones). De gris en gris, de llanto en llanto. Esos brazos blancos de una sola noche (nuca de mujer para aliviar los problemas). Que llegue al menos un día de promesas que se cumplan. Ni el instante que “debió haber sido” (hay miles de canciones para los pesares). Ni el instante de los recuerdos (como mirarse las arrugas y sonreír). Ni la cama grande de los remordimientos (uno tiene cita con la muerte). Ni la cama grande para las fiestas. Nada en el mundo sabe hacernos olvidar o puede hacernos olvidar que la tierra es redonda.
viernes, 9 de noviembre de 2007
Miami Book Fair (cinco sugerencias)
Pasa lo que no tiene que pasar en la calle 8 (última parte)
En la vida ocurren cosas insospechadas... por ejemplo, uno no puede evitar un terremoto mientras duerme en su cama. Nada que reprocharse, a no ser que pensáramos que a uno le ocurre el terremoto por estar ahí en ese momento. Quiere decir eso que sin Pedro no habría el choque de Pedro. Y tiene ese nombre porque su madre odiaba el nombre Juan Alberto que quería su padre y así sucesivamente. ¿Cuál es el propósito de recrear una vida que no sea la del choque? Ese raro examen le da cierta tranquilidad: Ahí tendido, sin dolor, sin preocupación alguna ponderando el peso desnudo de lo inevitable... cuánto hay por pasar que no ocurre porque debe pasar. Todo está conectado: Por no ir al Pub, por ir a trabajar, por tener esa profesión y no otra, por gustarle tanto ir al taller de su tío Fermín cuando era niño, por haber sido sobrino de Fermin, por ser hijo de su padre, por éste último casarse con su madre y por todo lo que tenía que pasar en el mundo antes de Pedro, pero que tenía que terminar con esa derecha, hoy, en la calle ocho. Si la emigración de sus abuelos desde Cataluña en el siglo XIX (tanto como la derecha) tienen que ver con el choque, entonces las migraciones de todos los pueblos del mundo está conectada de alguna manera con el accidente. Incluso las vidas de esos grandes hombres de la historia que su tío Fermín le hablaba. Luego, éste mundo con su historia es el mundo del choque de Pedro. Y ahora no sabe cómo reaccionar a esa idea de que todos los anales del mundo apuntan a su fatídica derecha en la calle ocho. Intuye que le toca otra suerte... extraordinaria, como la de un testigo imparcial, incluso generoso de su propio infortunio. Y lo disfruta. No tendrá que continuar cavilando, pues todas las causas del mundo están conectadas entre sí. No hay motivo de dolor, sino una profunda quietud. La de saber que cualquier causa en el mundo antes y después de hoy es parte de su choque, y Pedro deviene, por tanto, en causa y efecto de todo.
jueves, 8 de noviembre de 2007
Palabras
… Todo lo que usted quiera, sí señor, pero son las palabras las que cantan, las que suben y bajan. Me posterno ante ellas... Las amo, las adhiero, las persigo, las muerdo, las derrito... Amo todas las palabras. Las inesperadas... Las que glotonamente se esperan, se escuchan, hasta que de pronto caen...Vocablos amados. Brillan como piedras de colores, saltan como platinados peces, son espuma, hilo, metal, rocío... Persigo algunas palabras...Son tan hermosas que las quiero poner en mi poema. Las agarro al vuelo cuando van zumbando, , y las atrapo, las limpio, las pelo, me preparo frente al plato, las siento cristalinas, ebúrneas, vegetales, aceitosas, como frutas, como algas, como ágatas, como aceitunas... Y entonces, las revuelvo, las agito, me las bebo, las trituro, las libero, las emperejilo...Las dejo como estalactitas en mi poema, como pedacitos de madera bruñida, como carbón, como restos de naufragio, regalos de la ola.Todo está en la palabra. Una idea entera se cambia porque una palabra se trasladó de sitio, o porque otra se colocó dentro de una frase que no la esperaba...Tienen sombra, transparencia, peso, plumas. Tienen todo lo que se les fue agregando de tanto rodar por el río, de tanto trasmigrar de patria, de tanto ser raíces... Son antiquísimas y recientísimas. Viven en el féretro escondido y en la flor apenas comenzada...
miércoles, 7 de noviembre de 2007
Pasa lo que no tiene que pasar en la calle 8
Tumiamiblog
Todas las mañanas antes de llegar a su trabajo, Pedro se toma un café en El Pub. Lee el periódico y conversa con sus amigos. Hoy, empero, decide ir a otra cafetería donde dicen que hay un buen café con leche. Después de terminar su desayuno, se monta en su coche y se dirige a su trabajo. Para llegar, debe hacer una derecha justo antes de la calle ocho (justo en la intersección de la 9 y la 17 avenida, cuando se maneja, no se está pendiente de manejar). Pedro hace una derecha (no se piensa, se hace y ya), pero apenas tiene tiempo para ver otro auto que se le encima a toda velocidad. Pedro termina en el hospital: estado de coma. El doctor de turno le informa ahora a la esposa y a los hijos que lo peor del paciente es el estado de shock que lo mantiene inconsciente. La esposa está desconsolada y el doctor la conforta: hay que tener fe. No se imaginan que Pedro los oye y se pregunta "por qué," y eso equivale a ir al principio de todo. Hay que retrotraer de toda esa cadena de causas que preceden al accidente. No lo intrascendente (por qué fumarse un cigarrillo después del café, y no antes). Hay que buscar con cuidado: por qué cambió su hábito matutino. Recuerda la persona que le recomendó el lugar nuevo. ¿Es ella culpable del accidente? Podríamos restarle al accidente el accidente mismo, y se tiene que se hace la derecha y se llega al trabajo, y todo es como siempre. Pedro regresa a la casa, y ahí está su mujer; y ya llamó a José, y se reúne con él a las nueve en el bar de la esquina, y juntos se toman unas cervezas; y después, él se va a casa, mira un poco la tele y se acuesta a dormir. Visto así, podemos conjeturar que cada momento de la vida es un momento de un accidente que no ha ocurrido aún (continúa).
martes, 6 de noviembre de 2007
Nieva en Miami
...donde la temperatura ha descendido a los 23º F. Los lagos artificiales de Miami Lakes están congelados, y la ciudad entera ha quedado paralizada. Se estima que la industria hotelera de la playa, al igual que las aerolíneas, sufrirán pérdidas de hasta 100 mil millones de dólares. Por primera vez en su historia, Santa's Enchanted Forest, localizado en la Calle 40 y el Palmetto, contará con un verdadero ambiente de "Blanca Navidad" y se anticipa un público tal que la administración del susodicho amusement park ofrecerá parqueo gratis durante toda la temporada. El Metro Zoo anunció la importación de cuatro docenas de pingüinos de la Antártica para su nuevo pabellón, Miami Ice. Entre tanto, el mostrador del Versalles en la Calle 8 y 34 Avenida del South West continúa abierto, sirviendo café, cortaditos y pastelitos de guayaba gratis a todo el que llegue para la demostración de apoyo al reciente discurso del presidente Bush. Las Palmas, la churrería más famosa de Miami, en la misma Calle 8 y 60 Avenida del South West se mantendrá abierta 24 horas durante toda la semana, con sus espectaculares churros y chocolate a la española. Las primeras 20 personas que lleguen hoy a Las Palmas de Miami recibirán un cartucho de cinco churros completamente gratis. El astrólogo Fritzin Maiás, recién llegado de Finlandia en plan de veraneo, concedió una entrevista al programa Teikabreik, donde reveló el significado astral de las temperaturas árticas. En la radio local, se comenta sobre los efectos que podría tener este fenómeno climático en la salud del dictador cubano; el futuro del jugo de naranja; la cosecha de suquini; el posible aterrizaje del trineo de Santiclós en la 836 y la ausencia confirmada de los camellos epifánicos; el futuro de las marisquerías; la vida sexual del manatí; los vendedores ambulantes; la distribución del documental de Al Gore sobre el calentamiento planetario; la venta de abrigos de piel legítima de cocodrilo de los Everglades en Pets-R-Us; y la posible cancelación de la tradicional fiesta del pavo en todo el sur de la Florida como estrategia de Ralph Nader para ganar votos guanajos.
lunes, 5 de noviembre de 2007
Tiempo para perder el tiempo
Los que piensan más allá del ego sostienen que la falta de tiempo es una de las lacras de la sociedad actual. Subscribo la idea con una matización: a veces necesitamos tiempo para perder el tiempo. No se extrañen al leer la frase. La escribe una mujer emparedada en una agenda laboral que la constriñe hasta la asfixia. Quizás exagero por una necesidad de autocompadecimiento o, simplemente, para demostrarme que soy proclive a la vulnerabilidad. Miento. Me repele suscitar la conmiseración de los demás. Prefiero ser una hembra autónoma que despierte emociones y no pesares. Existen seductoras desvalidas que conquistan a los hombres al son del lagrimeo existencial. Envidio a estas mujeres porque no malgastan energías en ser “autosuficientes”. Basta de digresiones. Necesito explicarles que, hoy, he perdido tres horas de mi tiempo con premeditación y alevosía. Los planes matinales se han desvanecido justo al abrir mi paraguas. Una actividad tan nimia como protegerse de la lluvia puede desencadenar emociones de las más insospechadas. Les intento explicar. Al abrir mi sombrilla en la calle Floridablanca contemplé un fenómeno atmosférico de singular belleza: el sol licuaba las gotas de lluvia sobre las cúpulas del Mercat de Sant Antoni, el mercado donde compro mis víveres semanalmente. Allí apareció una regresión infantil y recordé “La Mansión Encantada”, un comedor con desconchones de pintura, y a dos personas fascinadas ante el televisor: mi padre y una servidora, dos cinéfilos analfabetos que compartíamos el placer masoquista de contemplar una película de terror de la serie B. Por momentos, Román Gubern, un distinguido profesor de teoría del cine, alumbró mi intelecto y, con palabras doctas y veraces, supo explicarme el extraño deleite que gozábamos mi padre y yo, ante los horrores de una posesión demoníaca. Él se murió sin conocerle. Mientras agonizaba pensé que ya estábamos llegando al the end y se quitaría la máscara macabra mostrándome una tenue sonrisa. Pero el miedo cinematográfico, no lastima tanto como el de la realidad. El recuerdo, me ha provocado un hambre imperiosa de evadirme en una ciudad que te permite ser una mujer invisible. Contemplar Barcelona como un ser incorpóreo durante este tiempo, me ha reconciliado con este octubre cansino.
domingo, 4 de noviembre de 2007
Glory Box
Jesús Rosado
Hace unas semanas, cuando escribía algunos párrafos sobre un disco de reciente lanzamiento que he certificado como un suceso musical no sé que reminiscencias melódicas en el mismo me remitieron hasta Beth Gibbons, la excepcional vocalista que junto al teclista Geoff Barrow fundara en 1991 la banda Portishead, un grupo británico, de marcada influencia trihop, tendencia también conocida como Bristol Sound. El Bristol acid rap o sonido Bristol era un cóctel de hip hop, reggae, soul, jazz y música electrónica downtempo. Música que corría ralentizada y abstraída y en la que la voz instropectiva de la Gibbons, acompañada de un aire retro y combinada a los reverberantes efectos del DJ, la dotaba de una etérea atmósfera de exotismo occidental. Beth, una campesinita fantasiosa, originaria de Exeter, Gran Bretaña, conoció a los 22 años a Barrow y posteriormente al guitarrista Adrian Utley quienes definitivamente le darían un giro a su vida hacia la fama, convirtiéndola de la fragilita provinciana en una intérprete de desempeños deslumbrantes. Sus piezas "Glory Box" -que aquí ofrecemos- y "Sour Times" encabezaron los hit parades de los mediados de los noventa. Polifonías que arrebujaban y que aún embelesan. Con Portishead y la voz magistralmente hippie de Beth, los minutos pueden llegar a sublimarse en delicadas volutas de humo púrpura. Espirales vaporosas que flotan sobre edades y memorias.
sábado, 3 de noviembre de 2007
Mongo Napoleón
viernes, 2 de noviembre de 2007
Esta noche: “Open Mongo Napoleón” de Ramón Williams
Patrocinador: Grupo Este/Oeste, Miami Dade College
Hora: 8pm
1508 SW Calle 8
(305) 237-3456
Entrada gratis
Obsesionado con el caso Doherty
Aprecio poco la música de los Babyshambles, aunque Fuck Forever es una buen pieza. Adoro los primeros planos de Pete escondiendo su rostro de porcelana tras su sombrero. El perfume de sus bufandas largas de moirée. Y hablo del olor, porque es de los pocos personajes donde en una fotografía puedes percibir el eructo y el ruido de la bofetada que recibe el fotógrafo por ponerlo en cabecera a la mañana siguiente. Presiento los “perdónames” sobre la colcha de una cama de matrimonio en algún apartamento del barrio de Kingston en Londres. Oigo a la pantera de Kate Moss conjurar orden y deseo, y escupir al mismo tiempo, algún que otro “vete de mi vida... pero regresa pronto”, desde un vaso generoso de ginebra. Quién después de un abandono de pareja es capaz de utilizar el Times, The Mirror o The Guardian para decir a su amada: “los siento, cambiaré”. Conozco las artimañas del periodismo de la farándula, las emociones falsas de las estrellas y sus tragedias (no menos simples quizás que las de cualquier lector que se interese por este asunto... los efectos de la coca, la marihuana, o el alcohol en la conducta de los héroes de la prensa rosa). Aún así, con toda esta historieta más o menos conocida, para no caer en la tentación de seguir una noticia como ésta, ¿por qué la sigo? ¿Alguna respuesta que pueda ayudarme? Por cierto ¿saben la última? La semana pasada "el niñito" se tomó un pomo de pastillas porque Kate sale con otro roquero diez años mayor que él, Jaime Hince, de The Kills. ¿No es verdad que el amor mata poco a poco?