Roberto Savino
Cuando te toca sentarte al lado de un obeso que ocupa el asiento junto a la ventana, más un tercio del tuyo, le echas la culpa al terrible azar que rige la existencia. Pero si te toca, como me tocó a mí en un viaje a San Francisco que casi me arruina la vida, sentarte al lado de una bellísima mujer, te felicitas por dentro porque tal fortuna no puede ser sino cosa del buen destino. ¿Su nombre? Eloisa Perreira, una rubia que aún tan lejos y luego ya de más de dos meses fuera de su Río de Janeiro, gozaba todavía del color bronceado que el sol de por esas playas le tatuó en el cuerpo. Nuestra conversación empezó al yo regañarla por estar leyendo algo de Paulo Coelho, ese autor al que está tan de moda criticar. Ella, con las gafas de sol a modo de cintillo, se volteó con una sonrisa amable y me preguntó por lo que yo leía. Le mostré un libro de Orhan Pamuk a quien ella admitió no conocer. La conversación fue adquiriendo forma y fuerza, llegando a revelarnos cosas que sólo segundos antes, al menos por mi parte, considerábamos "secretos". Así fue que me enteré que llevaba dos meses "persiguiendo" a Carlos Alberto, su socio en un negocio en el que, al parecer, no les fue bien. "Me debe dinero", dijo, "mucho." Yo traté de consolarla comentándole la belleza de su perfil contra la alfombra brillante de nubes que llenaba el óvalo de la ventanilla, pero ella, aunque sonrió ligeramente, siguió pensativa. Se le veía triste, y en su tristeza había una fuerza escondida que hacía que el avión se moviera de más y que el tiempo pasara demasiado incómodo y lento. Fue por eso que se me ocurrió hacerle esa pregunta de la que ahora tanto me arrepiento. "Dime, Eloisa, ¿en qué puedo ayudarte?". Recuerdo con miedo su hermosura, sobre todo cuando recibo las cartas manuscritas que me envía desde el psiquiátrico. En esas cartas me recuerda que me quiere y que ya el dinero no le importa pero que si no la saco rápido va a contarlo todo, va a decir que Carlos Alberto no fue a San Francisco para suicidarse saltando del Golden Gate, sino que fui yo, junto a Paulo Coelho, quienes le empujamos. Parece que su recuperación va - ¿cómo es que reza el dicho? - viento en popa… Oh, meu Deus.
Cuando te toca sentarte al lado de un obeso que ocupa el asiento junto a la ventana, más un tercio del tuyo, le echas la culpa al terrible azar que rige la existencia. Pero si te toca, como me tocó a mí en un viaje a San Francisco que casi me arruina la vida, sentarte al lado de una bellísima mujer, te felicitas por dentro porque tal fortuna no puede ser sino cosa del buen destino. ¿Su nombre? Eloisa Perreira, una rubia que aún tan lejos y luego ya de más de dos meses fuera de su Río de Janeiro, gozaba todavía del color bronceado que el sol de por esas playas le tatuó en el cuerpo. Nuestra conversación empezó al yo regañarla por estar leyendo algo de Paulo Coelho, ese autor al que está tan de moda criticar. Ella, con las gafas de sol a modo de cintillo, se volteó con una sonrisa amable y me preguntó por lo que yo leía. Le mostré un libro de Orhan Pamuk a quien ella admitió no conocer. La conversación fue adquiriendo forma y fuerza, llegando a revelarnos cosas que sólo segundos antes, al menos por mi parte, considerábamos "secretos". Así fue que me enteré que llevaba dos meses "persiguiendo" a Carlos Alberto, su socio en un negocio en el que, al parecer, no les fue bien. "Me debe dinero", dijo, "mucho." Yo traté de consolarla comentándole la belleza de su perfil contra la alfombra brillante de nubes que llenaba el óvalo de la ventanilla, pero ella, aunque sonrió ligeramente, siguió pensativa. Se le veía triste, y en su tristeza había una fuerza escondida que hacía que el avión se moviera de más y que el tiempo pasara demasiado incómodo y lento. Fue por eso que se me ocurrió hacerle esa pregunta de la que ahora tanto me arrepiento. "Dime, Eloisa, ¿en qué puedo ayudarte?". Recuerdo con miedo su hermosura, sobre todo cuando recibo las cartas manuscritas que me envía desde el psiquiátrico. En esas cartas me recuerda que me quiere y que ya el dinero no le importa pero que si no la saco rápido va a contarlo todo, va a decir que Carlos Alberto no fue a San Francisco para suicidarse saltando del Golden Gate, sino que fui yo, junto a Paulo Coelho, quienes le empujamos. Parece que su recuperación va - ¿cómo es que reza el dicho? - viento en popa… Oh, meu Deus.
No fue tu culpa savino que te tropezaras con una loca. Pero tus palabras (aunque no te lo creas) la ayudaron. Muy linda historia
ResponderEliminar:)
Robertico, siempre me rio mucho con tus cronicas de la mala fortuna de caballero anamoradizo. Mujeres fatales, viajes, embelezamientos con la belleza y metaliteratura son algunos recursos tematicos que te disfruto. Y la bella Seatle?
ResponderEliminarHola, Raysa. Lo que le paso a Eloisa fue luego de haber leido un solo libro de Coelho. Imaginate como estaria si los hubiera leido todos?
ResponderEliminarUn abrazo.
Rosi, gracias por el comentario. La verdad es que vale la pena conocer gente nueva para luego resaltar en estas mini-cronicas aspectos de sus personalidades. Hace poco volvi a ver a la mexicana y sigue igual de hermosa, mimada y despota como siempre...
ResponderEliminarDe Seattle te cuento que nos ha tocado un verano mas bien indeciso. Hoy he traido abrigo al trabajo, por ejemplo, pero anoche estuve nadando en lago hasta las 9pm. De Miami lo se todo por El Nuevo Herald, asi que estoy al tanto de los problemas animicos de Alejandro Sanz y cuantos hijos y de que colores quiere adoptar Ricky Martin, jaja.
Saludos!
Ahmed Gomez inaugura una exhibicion
ResponderEliminarque dejara frizado al mundillo del arte cubano y no cubano en miami.A ver que mierda van a decir los que dicen escribir de critica de Arte.
Nina Haguen
Savino: Cuando me monto en un avion me hago la esnob. Mi almohada y una careta para dormir.
ResponderEliminarNo hay mas remedio con los locos que te tropiezas.... maleducados, indiscretos y los romeos que no paran de hablar boberias para cogerte un telefono. Prefiero un monja a mi lado o un viejito lector.
Raysa, loca si, pero prefiero una loca linda a una cuerda fea. Savino, eres un hombre con suerte.
ResponderEliminarRoberto, me has recordado el idilio que viví con una cleptómana empedernida. Nunca lo supe hasta un buen día que me enteré estupefacto de su arresto. De mí jamás tomó ni un alfiler, sólo pedía besos y caricias encendidas. Yo sí recibí de sus manos algunos valiosos obsequios. Podemos suponer el origen de tales regalos.
ResponderEliminarBueno, Cabron(?), tambien estan queines dicen que agarra feo come doble... Pero, igual que tu, yo no comparto esa filosofia. Saludos...
ResponderEliminarJesus, te pesa de algun modo la conciencia? A mi la verdad es que no...
ResponderEliminarQue rápido se desplazó el tiempo, (y el espacio para no despegarles) en esta historia. Saltamos del avión a un manicomio y lo que paso en el aereopuerto está completamente elíptico. Me encanta ese reflejo textual que transmite, en parte, la demencia de los personajes, digo los porque me imagino que para ella eras tu el loco jaja es cuestión de perspectivas.
ResponderEliminarMe gustan las historias como esta, drásticas y las únicas capaces de juegar son la anticipación.
Roberto: No quiero que te sientas culpable después de lo que te voy a decir pero a esa pobre mujer la volviste loca tú. El dinero y la deuda con su socio era lo de menos, al menos en el contexto de ustedes dos. Una mujer en el avión, bien vestida que de loca no tenía un pelo hasta que llegaste tú. Te doy la razón; el “puedo ayudarla” fue el detonador de una bomba que llevaba su destino en ese vuelo. La crónica se merece una segunda parte.
ResponderEliminarUn amigo no empuja, ayuda. Ser complice de un suicidio es algo muy dificil con que vivir. Encuentro muy injustificado un hecho como el tal cuentas, viajar tan lejos para empujar. Si uno necessita alguien para matarse, es que no tiene suficiente razon para serlo uno mismo. Espero que esto sea un cuento, por que vivir con esa tormenta no debe de ser facil. Aunque no dudo que esto pasa en algunos casos.
ResponderEliminarJesu, ese cuento se merece una mini cronica (como las llama Savino) para el blog.
ResponderEliminarRaysa, Roberto es bien guapo: un venezolano alto, triguenyo, de mirada penetrante, y gentil. Creo que te agradaria que se sentara a tu lado en el avion. Robert, tu itinerario de viajes?
A ver que mierda van a decir los que dicen escribir de critica de Arte.
ResponderEliminarBien dicho Pedro! La critica escribe lo que ve. Ambos (la critica y el arte) estan en funcion de su usufructo de la mierda. Una es reflejo de la otra. Tanto que el problema es realizar cual de las dos es menos mierda.
Strike out, Pedro!!!
ResponderEliminarHola, Feminista y Mano. Por razones de espacio y por querer minizar la punta de ese iceberg del que tanto hablaba Hemingway tal vez no luce tan claro el hecho de que Carlos Alberto no se suicido, sino que el personaje en primera persona y la bella Eloisa se encargaron de que asi pareciera. Queda en la incognita de quien fue la idea de matarlo...
ResponderEliminarSaludos
Rosi, voy a Munchen (Munich, Alemania) para el Oktoberfest y luego una semana a Barcelona. Alguna rubia que quiera sentarse al lado mio?
ResponderEliminarAle, no se como hacerle tan buen marketing a mi modestisima historia. Jamas trates de venderme nada porque no me va a quedar mas remedio que comprartelo todo, jajaja. Beso.
ResponderEliminarMe parece que el problema de tu potencial compan~ero/a en el avion concierne una funcion probabilistica de tipos. Me explico: Posibilidad de que te caiga 1- adulto 2- nin~o 3- viejo, 4- hombre, 5-mujer; 6-enfermo, 7-sano; 8-cuerdo, 9-medio loco, 9(a)-loco completo (tarado es otra posibilidad); 10- hablador, 11- hermetico; 12- hiperactivo, 13- sosegado; 14- solicito, 15- lerdo, 16- gloton, 27- inapetente, 28-pulcro, apestoso ...y claro la lista sigue.
ResponderEliminarErgo: Viajar en avion es netamente matematico.
ResponderEliminarTriff,te dedico esta frase de ORWELLS:
ResponderEliminar"En tiempos de engano
universal,decir la verdad se convierte en un acto revolucionario".
Muy buena clasificacion, Alfredo. Y no olvidemos las combinaciones que se pueden dar entre esas mismas caracteristicas, no? Saludos...
ResponderEliminarSiempre lo he dicho: hay que tener cuidado con los aviones, pero más con los pasajeros. Savino ¿sabía que es usted un escritor nato?
ResponderEliminarUn saludo a todos, y los invito cordialmente a ver mi work en la cabeza de playa de la 8, que de antemano ya me lo elevaron a la categoria de Mierda , la cual tengo en alta estima ,y pienso (sin falsa modestia) , no la merezco.
ResponderEliminarHe vuelto al blog después de un largo día de trabajo. Y les confieso que es como volver a una familia. Me he divertido de lo lindo con vuestros comentarios. Lo que sigue es mi té de manzanilla (que ya se hace) y una buena película. Hasta mañana.
ResponderEliminarRoberto ya el colmo fue que a mi se me sento una gorda de 300 libras en un vije transatlantico de 9 horas y pico. Me queria morir porque la gorda se habia cogido su asiento y la mitad del mio, Me la pase engurrunado contra la ventanilla, muy incomodo y despierto porque quien puede dormir asi. Ella iba dormida y cada vez me aplastaba mas. Le cogi un odio, a la gorda a la areomosa que no me saco de alli, me pase todo el viaje amargado y apachurrado contra la ventanilla. Parece comico pero fue una verdadera desgracia.
ResponderEliminarDolphinviajero, primero que gana, bonito nombre. Segundo, de los aviones no te preocupes: te cuento que ingeniero electrico y trabaja nada mas y nada menos que para la Boeing, fabricandolos, jaja. Con respecto a lo escritor, te volteo y comentario y te digo que eres tu un lector nato. Saludos!
ResponderEliminarNo digas tu nombre, aunque te merezcas una madella por tu heorica paciencia. Nueves horas incomodas son bastante tiempo para gestar malos pensamientos. Mira lo que paso con Eloisa, y eso que el viaje a San Francisco es de solo dos horas y media!
ResponderEliminaryo prefiero dejar una nota a los criticos de arte en la pared de la galeria que diga..."favor no escribir sobre mi trabajo. gracias."
ResponderEliminarbuen post, suave y divertido.
jr la jeva era fachadora asere? que te ragalaba mi ambia? esa me falto en mis andares, estuve con quemadas, tostadas, bisexuales, adictas, curdas,naturalists, yogui, scientologistas, etc., pero nunca una fachadora! wow, brother, acabas de entrar en la lista de mis heroes! oh, se me olvidaba la muda, que echaba tremendo pie! si, bailando
Wow, Roberto, vendrás a la Oktoberfest.
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