Roberto Luis Savino
Salimos juntos del edificio pero a los pocos pasos me separé de ella y de su paraguas rojo para adelantarme y tenerle abierta la puerta del auto, para que esperara bajo la lluvia lo menos posible. Ella, que igual se había empapado desde los tacones hasta las invisibles horquetillas del cabello, me lo agradeció con una suave sonrisa adornada con un tono grana en las mejillas. Por este tipo de despliegues, estos gestos -como le dice ella-, dicen que soy un caballero. Y sí, es probable que lo sea, al menos en contraste con la media masculina. Lo cierto es que el mérito no es mío. El mérito lo tiene, en realidad, una sola mujer, Ana Karina Losano, la mexicana. Alta (casi tanto como yo), tenía el porte elegante del modelaje, aunque sin la quijada pretenciosa y los labios más bien carnosillos. Caminábamos juntos las calles ardientes de Los Ángeles, obligándome ella a estar siempre del lado de la calle para protegerla, de algún charco oscuro, de algún auto desbocado, de lo que fuera que pudiera afectar su carácter de mujer indiscutible. Cuando me descuidaba siempre me lo recordaba con un tono que podría haber pasado por cordial de no haber ido acompañado por la intensidad de su mirada. Ante sus ojos mis ojos cedían. Y si se lo cuestionaba, como cuando rehusaba a abrirle la puerta del carro para que se bajara, ella decía que era mi deber tratarla así porque ella “lo valía”. Yo, que a decir verdad comenzaba a disfrutar de aquel juego, fui descubriendo que Ana Karina, en cambio, se lo tomaba demasiado en serio. Mis descuidos, a veces por torpeza y a veces por olvido, fueron sumándose con el paso de los meses, hacia el adviento de otro ocre otoño. Supe que me había enamorado de ella demasiado tarde, cuando ya su piel infinita y sus uñas de filo perfecto se cansaron de mi indiligencia. Así me lo hizo saber un jueves de noviembre, en la perfecta caligrafía de una carta profundamente perfumada y sellada con la cera de una vela artesanal de la Toscana. Como un eco exquisitamente burgués, las últimas palabras de su tinta azul decían, "porque yo lo valgo, Manuel, porque yo lo valgo". Más abajo su firma extensa y elegante, acompañada por lo que parecía una mínima corona dibujada sobre la o. Y yo, caballero desplazado, regresando a cada recuerdo para abrirle con esmero todas las puertas y hacer de escudo contra charcos, batallando por ella la garúa.
Salimos juntos del edificio pero a los pocos pasos me separé de ella y de su paraguas rojo para adelantarme y tenerle abierta la puerta del auto, para que esperara bajo la lluvia lo menos posible. Ella, que igual se había empapado desde los tacones hasta las invisibles horquetillas del cabello, me lo agradeció con una suave sonrisa adornada con un tono grana en las mejillas. Por este tipo de despliegues, estos gestos -como le dice ella-, dicen que soy un caballero. Y sí, es probable que lo sea, al menos en contraste con la media masculina. Lo cierto es que el mérito no es mío. El mérito lo tiene, en realidad, una sola mujer, Ana Karina Losano, la mexicana. Alta (casi tanto como yo), tenía el porte elegante del modelaje, aunque sin la quijada pretenciosa y los labios más bien carnosillos. Caminábamos juntos las calles ardientes de Los Ángeles, obligándome ella a estar siempre del lado de la calle para protegerla, de algún charco oscuro, de algún auto desbocado, de lo que fuera que pudiera afectar su carácter de mujer indiscutible. Cuando me descuidaba siempre me lo recordaba con un tono que podría haber pasado por cordial de no haber ido acompañado por la intensidad de su mirada. Ante sus ojos mis ojos cedían. Y si se lo cuestionaba, como cuando rehusaba a abrirle la puerta del carro para que se bajara, ella decía que era mi deber tratarla así porque ella “lo valía”. Yo, que a decir verdad comenzaba a disfrutar de aquel juego, fui descubriendo que Ana Karina, en cambio, se lo tomaba demasiado en serio. Mis descuidos, a veces por torpeza y a veces por olvido, fueron sumándose con el paso de los meses, hacia el adviento de otro ocre otoño. Supe que me había enamorado de ella demasiado tarde, cuando ya su piel infinita y sus uñas de filo perfecto se cansaron de mi indiligencia. Así me lo hizo saber un jueves de noviembre, en la perfecta caligrafía de una carta profundamente perfumada y sellada con la cera de una vela artesanal de la Toscana. Como un eco exquisitamente burgués, las últimas palabras de su tinta azul decían, "porque yo lo valgo, Manuel, porque yo lo valgo". Más abajo su firma extensa y elegante, acompañada por lo que parecía una mínima corona dibujada sobre la o. Y yo, caballero desplazado, regresando a cada recuerdo para abrirle con esmero todas las puertas y hacer de escudo contra charcos, batallando por ella la garúa.
Bueno falta cinco minutos para las seis de la mañana. Es decir, aún son las cinco y si mis ojos semicerrados aún no me engañan ni mi memoria tampoco pensaré que nunca me confesaste este amor prohibido por la altura y el glamour. Conclusión: no me respondas que una cosa es el autor y la otra, el protagonista pequeñito (alto me refería) Casanova. Pero quiero añadir una advertencia a la blogolandia. Si van a Europa y abren la puerta del coche a su ( mujer amante...) se van a reir de usted...( en silencio por supuesto). En cambio no hacerlo aquí me ha constado más de un disgusto.
ResponderEliminarAmílcar
La Mejicana acabo contigo te dejo hecho lenya!!! jajajaj!
ResponderEliminarMuy divertido Savino. Bueno tu aprendiste cierta etiqueta para lidiar con una mujer exigente y algo ella aprendio. Que a veces hay que ser un poco mas flexible con la pareja. Y que la etiqueta no lo es todo.
ResponderEliminarFresita la ninia, Savino. Oye, ahora que lo pienso, yo nunca veo que los hombres le abran la puerta del coche a la mujer. Admito que a mi me gustaria que pasara de vez en cuando pero no voy a mandar a volar a mi chico porque no lo hace.
ResponderEliminarSavino gracias a esa carta te salvaste de una vida llena de vacias expectativas. Congratulations!
ResponderEliminarEsteee... Bueno, en realidad se trata de un relato basado en la novia de un amigo. La conoci hace poco y me dejo intrigado. Ella nunca enciende sus cigarrillos, por ejemplo, sino que solo se los pone en la boca y espera a que Manuel, mi amigo, se lo encienda. Es capaz de quedarse asi, sostiendo el cigarrillo entre los labios, solo por no prenderlo ella misma, porque, repito, ella "lo vale", jajaja.
ResponderEliminarSaludos a todos y, en general, comparto sus comentarios.
Roberto a la mujeres no hay quien la entienda, un saco de sorpresas=
ResponderEliminarEjeemmm: Levante la mano el que quiera saber porque "lo vale".
ResponderEliminarjeje
Tenia mi abuela una amiga cuando cuyo esposo murio, no sabia ni prender el radio, y llamaba desesperada, pero ese era un caso distinto. Tambien las mujeres ayudan a su propia inutilidad.
ResponderEliminar(carita feliz)
ResponderEliminarBuen relato, pude visualizar el ocre otoño, y sobre ese hermoso escenario la conducta común de los seres humanos. Si te pones a ver, hechos como estos pasan a diario, pasando por debajo de las naraices de todos. No se notan gracias a la costumbre. A quienes comentaron les recomiendo que no crean todo lo que leen, esto obviamente es ficción. Creer la ficción es un error muy cometido, pero atribuirle la primera persona al autor es algo realmente ilógico, asi sea un diario siempre tiene algo de ficción aunque parta de la realidad. Sigue escribiendo Ro.
ResponderEliminarRoberto, no debiste revelar tan pronto que era la novia de tu amigo por que la imaginacion del lector haga su parte. Pero ya que lo hiciste me pregunto si te gusta "la modelo", aunque sea de tu amigo y si eres tambien hijo del maltrato?
ResponderEliminarPor la forma en que fijas en el cogarro en la boca cualquiera diria que te tiene loco.
MD
Bueno quiese decir el cigarro. MD
ResponderEliminarPues aprovecho para presentarles a mi musa: es Ale, la del comentario de las 11:30am. Escribo para esconderle cosas, aunque ella siempre las descubra...
ResponderEliminarEs una interesantisima pregunta la que se hace Inkieta a las 10:42am. Por que lo vale? Tiene que ver con la idiosincrasia mexicana, me parece. Son personas, en general, sumamente formales, amantes de la doble vida: la social y la de la alcoba.
MD, en la misma nota se revela que no es conmigo la cosa cuando en la carta ella escribe "Manuel". Igual, no creo que tenga tanta relevancia... Con respecto a si me gusta "la mexicana", la respuesta es que si, me parece exotica. Creo que en el fondo me hago la misma pregunta que Inkieta. Sera que es una diabla en la cama? O se trata tan solo de un ego monumental? Lo cierto es que no creo que lo haga solo por teatro, sino porque de verdad lo siente asi.
Ella es una egomaniaca que se cree el centro del mundo. El es, hombre al fin, presa facil de la mujer vampiro. Cuantas libras ha perdido tu amigo entre la culpabilidad y el deseo? A ver?
ResponderEliminarSolo faltan 10 dias para que se reunan por fin la plastica de la isla y la del exilio.
ResponderEliminaranonimo, plastica o plasticos?
ResponderEliminarMe encanta la prosa elegantísima del amigo Savino. Vale la historia por su irónica moraleja y por el refinamiento al contarla. Por cierto, AT, ¿cómo te las ingeniaste para la espectacular ilustración?, digo, no sé si la foto ya venía acompañando al texto.
ResponderEliminarPuro azar...
ResponderEliminarEstoy preocupada por Marc. Alguien sabe algo?
ResponderEliminarINKI,
ResponderEliminarI have been undergoing some severe testing, and to boot, have the flu (a bit under the weather, as they would say in the old country), not easy my dear. As for todays enjoyable post, I'm an old fashioned man when manners are at hand. I still open the door for my wife after 30 years together and enjoy hearing her saying thank-you after doing so. You may recognize me in Miami, when I'm the jerk that opens a door for a lady at a store or during Gallery night, and play the part of doorman, for men and women, and ney a thank-you or let alone a tip. After minutes of playing the foolish doorman roll, in an ever growing rude city, I embarrassingly and against my nature, release the door on the first guy that cuts in front of a lady. Perhaps, I still carry those 1920's manners from my Dutch father, but it also applies to Mexicans, Cubans or the Spanish ( no dije Barcelona, por que muchos no se consideran Españoles, je, je), "dinosaurish manners" is my being, it's my nature. By the way ladies, it's OK to open the door for the guys also, after all, since we are all equals. give up your seat at the bus for the older guy, equality is a two lane highway.
Mano, donde estabas metido? Te mudaste de blog?
ResponderEliminarWhen it rains it pours, my beautiful Dutch Man! Hang in there.
ResponderEliminar(Your friend from the Windy City.)
Gracias, Jesus, por el comentario. Con respecto a la foto, creo que fue Rosie, si no me equivoco, quien la consiguio. Hermosa, no?
ResponderEliminarWe love you Mano.
ResponderEliminarAT
Oye, Mano, lo tuyo es el respeto y la buena educacion. y eso se aprende de pequeno, con buen ejemplo, y poco a poco se instala en el corazon. Tu eres el tipo de caballero que se hubiera hundido en el Titanic por cederle el puesto a Kate Winslet. Un aplauso... jaja. Saludos!
ResponderEliminarGracias todos, ... blup, blup, blup...
ResponderEliminarRoberto: Yo tuve una novia que era todo lo contrario. Una feminista nata que me lavo el cerebro. Independiente y fuerte de caracter. Y ya estoy marcado de por vida....eso si, tenia su lado debil, pero eso me lo reservo.
ResponderEliminarAhora estaba leyendo tu comment, Mano. Te estoy llamando luego, brother.
ResponderEliminarMano, te quiero!!!
ResponderEliminarChamo,
ResponderEliminarMe ha pasado a veces, al abrirle la puerta a una dama, me miran y dicen "chauvinist". Casi siempre se ven frustradas, amargas, o personas problematicas, mi respuesta siempre es igual, "You're Welcome"!
Cuidate Mano, cogela suave lindo.
ResponderEliminarChamo, llega uno a acostumbrarse a ese tipo de mujeres? Que puede uno ofrecerles si no es seguridad y apoyo? Saludos!
ResponderEliminarChamo, escribe un post sobre la debilidad de aquella novia.
ResponderEliminarLas mexicanas son increibles
ResponderEliminar"...mira que bonito y sabroso bailan el mambo las mexicanas mueven la cintura y lo hombros igualito que las cubanas..."
Dicen que eso lo escribio El Beny para congraciarse con Gobernacion, que no queria renovarle la visa. Una de las grandes guayabas que la musica latinoamericana ha hecho trascender.
ResponderEliminarCuauhtemoc
Ay, otra vez se quedaron dormidos los duenios del blog (!)
ResponderEliminarVoy por mi cafe. Anyone care to join me?