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Tumiamiblog
Soy una sombra (digamos, una mácula espectral que se divierte con la celebridad de los mortales). Fui asesinado de dos tiros de revólver 38, la noche helada del 10 de enero de 1929, en la esquina de Abraham González con Morelos: la primera bala me atravesó el codo izquierdo y el intestino, la segunda me perforó un pulmón. Salía del cine con mi amante, la fotógrafa Tina Modotti. Fueron tres meses de sexo infectado de ideología; la Modotti era mi Habana extraviada en la memoria: la FEU, las protestas, las tomas de planteles, la oratoria febril, pero sobre todo la conmoción callejera. Amor y trance en la oscuridad y el halo del cigarrillo sobre mi camastro de perros. Mientras mi cuerpo se podría en la tierra, el juez Alfredo Pino Cámara interrogó a mi amante y la acusó de varias contradicciones: Modotti testificó que alguien disparó -desde un automóvil en la oscuridad- mientras ella caminaba tomada de mi brazo izquierdo. Imposible, la primera bala me hirió en ese brazo, y no pudo ser un acto sorpresivo porque ya yo me había dado cuenta del atentado y me daba a la fuga. La historia es una patina gris sobre el hielo. Sellé mi suerte cuando en el 28 fundé la revista Tren Blindado, que era el emblema de Trotsky (para colmo, la foto de Tina con mi máquina de escribir presenta claramente la frase de Trostky sobre el poder revolucionario del arte; ¿destino?). No fui nunca trotskista. La verdad es otra y muy dura: Moscú no apoyaba mi idea de una lucha insurreccional contra Machado. De acuerdo a Stalin, un foco rebelde comunista a 90 millas de los americanos era muy peligroso para la consolidación del poder en la URSS. Ironías de la historia, ¿no?...