domingo, 29 de octubre de 2006
Corcel púrpura
Jesús Rosado
Jadeando abre el portillo. La piel de hurón emperelijada de azul oscila cadenciosamente. La maroma es serena sobre el sendero sinuoso, bordeado de botellas ambarinas; subterfugio ideado para maniobrar con los vaivenes de la curda trasnochada. Resuella pues eso tendrá su antídoto. Abre la puerta tras una bronca malpalabreada con la cerradura. Prende la luz mortecina y busca automáticamente la yerba confidencial. Las pupilas negrísimas se topan erráticas con el mural de las bañistas. Va liando las hebras de maría mientras rememora la inspiración de los poéticos desnudos. Aquel poniente sobre el charcarón y las guajiritas encueradas palmoteando con las tetas la superficie líquida. Recuerda que se estuvo pajeando hasta que la esperma verdeó, eyaculando en la paleta, para preparar los tonos de las primeras transparencias. Hoy se muestra el fresco sobre la pared como joya pictórica. Ironía del arte seminal. Abriendo los ventanales remonta los peldaños entablados del estudio. Trata de recuperar el aliento. Le parece advertir, entre las visiones voraces, la imagen de Sara sobre la potranca galopante. Las nalgas de Sara y las nalgas de la yegua. Carne presta al rapto. Sexo es eso: paisaje animal en desaforado combate. Ráfaga y hoguera; a la pinga la cordura. Siente que desfallece y baja hasta los contornos de Eva sobre el zinc; obsesión venusina usurpada a Carpentier. Momentáneamente resucita la fragancia de violetas y el melocotón de sus caderas; sus intraducibles orgasmos francófonos. Fue la musa que más amó. La que escaparía con otra mujer. Llora, pero no siente alivio. Se desploma en la comadrita, frente al penumbroso panorama de la cama. El colchón donde se revolcara con Germaine y la hermana. Noches de incesto y ternura. Bella que sería la impudicia. El aire se va retirando de sus pulmones. Por la puerta entreabierta avizora un corcel púrpura. Presiente el tiempo de partir. Busca en el espejo sobre la consola y halla silencio en el azogue. Es la madrugada del 2 de mayo de 1957. Carlos Enríquez se palpa. Siempre persistirá en ese hábito de confundir la muerte con el trance.
JR: El tema lesbico toca de cerca de Enriquez, no sabia que habia sido dejado por "otra".
ResponderEliminarEl gran amor de Carlos fue la parisina Eva Fréjaville, escritora que creyó encontrar en el trópico la savia intelectual. Pero su vida, gracias a sabe Dios que misterio entre piernas, se hizo centro de un torbellino erótico. Primero, fue amante de Alejo Carpentier, quien la presentó al pintor en un convite en El Hurón Azul. Precisamente, en una de las bacanales en los predios de Carlos, se inició el flirt clandestino con Eva que culminó con un rapto público en el Malecón evadiendo los disparos del revólver de Carpentier. El autor del Viaje a la Semilla nunca más pisaría El Hurón Azul. Meses después, en otras de las orgías de la finquita de Párraga, el escritor Enrique Labrador Ruiz, eufórico de humo y alcohol, se propasó con la francesa y la reacción de Enríquez fue virulenta, expulsándolo a golpes de la tertulia alucinante. La relación de Eva con Carlos siempre se hizo tormentosa, el narcisismo del pintor ahogaba el albedrío de Eva. De ese conflicto continuo sacó ventaja Cynthia Carleton, una lesbiana inglesa que asistía a las reuniones del Hurón acompañada por el estilista Reneé. Aparentemente, Carlos disfrutaba de los lances eróticos entre Eva y Cynthia sin imaginarse que más allá de la pasión, entre las dos mujeres crecía una íntima ternura. La fuga de Eva con Cynthia fulminó al artista quien no halló consuelo ni siquiera con Germaine y su hermana, dos lindas mulatas haitianas provenientes de una familia adinerada, que se enamoraron al unísono de la bohemia y la fogosidad de Carlos.
ResponderEliminarEl pobre, ni su pintura en la puerta su baño le dio el amor que queria. Eso es lo triste, y realidad, en la vida de los artistas que se enamoran de ellos mismos...
ResponderEliminarEl gran transparentista de América. Díficil superarlo en el detalle de la yuxtaposición de los colores y las veladuras sutiles
ResponderEliminarGracias a Cafeina y a boniatillo. Son muy amables. Mano, la imagen de "Eva en el baño" yo se la envié a tumiami, pero estoy seguro que por su dimensión vertical no la pudo incluir. Es una bella pieza, cuyo original está en el Bellas Artes de La Habana. Fue una pieza que cuando se rescató hubo que hacerle un concienzudo trabajo de restauración, pues Carlos por despecho cubrió el desnudo de Eva con lechada. Como bien tú dices, el óleo sobre zinc el pintor lo había ubicado en la cara interior de la puerta del baño de El Hurón Azul.
ResponderEliminarJR, Rafael Soriano no es transparentista?
ResponderEliminarExcelente también. Son dos formas de hacer diferentes. Aunque yo me atrevería a decir que el transparentismo en Soriano llega a exquisiteces. Válida tu observación, Mano, que sé que apunta a una valorización justa.
ResponderEliminarEnumero algunas de las personalidades que disfrutaron de las reuniones en El Hurón Azul: Max Jiménez, Félix Pita Rodríguez, Juan Bosch, Alejo Carpentier, Sandú Darié, Enrique Labrador Ruiz, Palko Lukacs, Nicolás Guillén, Manuel Altolaguirre, René Portocarrero, Juan David, Rómulo Gallegos, Agustín Guerra (Guerrita), Juan Ramón Jiménez, María Luisa Gómez Mena, Cynthia Carleton, Fidelio Ponce, Reneé, José Antonio Fernández de Castro...
ResponderEliminarJR,
ResponderEliminarUna de mis pinturas favoritas de este maestro vanguardista es "la Muerte de Marti en Dos Rios". En esa obra existe la culminacion de su gran talento.
Esa obra de la cual hablas, Mano, la cual es una pieza maestra, pertenece a la colección particular del dictador. Durante mucho tiempo estuvo colgada en su despacho personal.
ResponderEliminarInteresante detalle JR... me pregunto si un un pintor como Enruiquez merece estar en el despacho del Fifo...
ResponderEliminarPintores favoritos de Castro: Carlos Enríquez(posee La Muerte de Martí y una Cabeza de Martí), Osvaldo Guayasamín (único pintor para el cual ha posado), René Portocarrero (del cual hay un mural de cerámica cerca del despacho), el escultor Aisar Jalil Martínez, Tomás Sánchez (por cuyos paisajes siente debilidad) y Kcho (el artista mimado con quien intentó aprender a pintar).
ResponderEliminarLindo homenaje al más bohemio y jodedor de nuestros vanguardistas. Instructivo también, que Rosado es una autoridad en Carlos. Qué pena que El Señor de las moscas se le haya encarnado así a esas obras suyas, casi seguro que la motivación haya sido su tema patriotero.
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