domingo, 20 de agosto de 2006
Países del tercer mundo
"Mientras más elementos de barbarie exhiban estas revoluciones distantes, tanto mayor el número de simpatizantes y adeptos. Aprobando todas las monstruosidades de una mentalidad europea considerada inadmisibles en sus respectivos países. Éste era el punto más neto de ese espíritu decadente que mezcla la tonta ingenuidad con el más abyecto nihilismo, todo ello bajo una especie de comprensión. Pero él sabía, desde hacía muchos años, que esta comprensión no es sino justificación, y toda justificación una forma de complicidad. Desconfiaba de la ilusión, de las bellas almas entusiastas que aterrizan en los precarios países del Tercer Mundo y regresan después a las ciudades confortables con cuatrocientas páginas o más sobre un mundo que, no sólo ignoran sino que falsifican en nombre de la más grosera esperanza".-- Tomado de En mi jardín pastan los héroes, de Heberto Padilla.
Hola, boniatillo. Mira, yo pienso que en aquella humillación pública de Padilla, hubo una dosis de premeditación del escritor. Heberto utilizó su propio miedo como arma. Era lo suficientemente talentoso como para saber que no contando con otra opción que su pánico ante la policía política de Castro, teatralizar la autoinculpación y el arrepentimiento sería una manera efectiva de revelarle al mundo la veta de coacción, terror y simulación que se escondía bajo la edulcorada "revolución". Y así sería. Una porción considerable de la intelectualidad internacional se percató de la naturaleza barbárica de la conga bolchevique. Esa cuota de sacrificio fué la ofrenda docta de aquella época y fue lágrima perenne del poeta hasta su muerte. Tendría que servirnos de consuelo esta cita promisoria: "En la boca las palabras morirán para que el viento a su deseo pueda ulular", frase que escribiera Virgilio Piñera, otro cuerpo luminoso extenuado por el miedo.
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