lunes, 9 de enero de 2006
Città aperta
Por Amílcar Barca
Roma es un canto de cisne este diciembre, una luz vertebrada y plana donde la melancolía se cierne en cualquier jardín bajo una fría y fina lluvia de invierno. Una vestal me pregunta, yo le contesto con un paseo plagado de sucesos en piedra, frente a las columnas del templo de Castor. Al mediodía, mi paraguas recoge las lágrimas de los fieles en la plaza de San Pedro. Bernini, escondido en su baldaquino de bronce, me protege del horror. ¡Dios está aquí! En forma de murmullo. Rodeando la basílica. Y me muestra sus bíceps y su torso bajo la bóveda de una capilla lóbrega. La ciudad eterna resucita. Hay un brío de sol entre el granizo que ahora inunda Via Véneto y mi humor caído. Fellini es sólo una postal entre los transeúntes, pero tengo a mi Giullieta cogida del brazo, con sus zapatos rojos de cocodrilo y una ilusión en sus pupilas. Huimos calle abajo, hasta los adoquines del Pórtico d´Ottavio, en busca de carciofi y baccalà. La noche transcurre. Entre cafés y candilejas la grappa se esconde en mi aliento. Ahora mis manos están en Trevi, sobre los pechos de mi mujer. El mármol de su piel me cubre; su abrigo de tigre ruge como una fiera sin su pedazo de carne. La ciudad está hermosamente sucia, sola, con la luz del invierno entre las piernas. Y cierra el primer lustro de mi siglo, como un coito bajo las mantas extendidas de su historia.
Amilcar, che, que buenos que vuelves. Le echaba de menos a tus cosas, tu mirada poetica y tu sensibilidad. Roma es una ciudad en la que estuve a punto de quedarme para siempre. No hay otra como ella.
ResponderEliminarLa Cafeina
Con que ganas me dejas de volver a Roma. Todavia me recuerdo las horas que pase en el Foro Romano, y las caminadas por esa bella historica ciudad. El escrito le reinde honor a la cuna de nuestra cultura. Welcome back Amilcar
ResponderEliminarMis recuerdos de Roma, de juventud son sencillamente inolvidables, pero mi viaje en el año 1996 fue único. Les diré porqué. Eran sólo cuatro días. Mi esposa había fallecido ese mismo año y mi hija me regaló un viaje. Esto es lo único que recuerdo, pero con mucha intensidad: Cojo el autobús en la amplia plaza frente a la estación Termini. Al pasar después por delante del Coliseo me invaden los recuerdos de otros viajes de juventud y me echo a llorar. Regreso al centro en un tranvía que me deja en el Largo Torre Argentina (“largo” curiosamente en italiano significa “ancho”, y esta era precisamente una avenida bastante amplia). Allí me encuentro con una señora distinguida de grandes ojos verdes y bella sonrisa que estaba sentada sola, en una banqueta dándole de comer a las palomas. Le saqué conversación, yo (en mi pobre italiano y un poco de inglés). Ella hablaba con una naturalidad que me desarmaba. Admiré su fino intelecto y su amor por Roma. Caminamos juntos hasta la Piazza della Rotonda, coronada con el Panteón. La invité a almorzar y ella, sorpresivamente aceptó. Fuimos a un piccolo restaurante de una familia cuyo nombre he olvidado. Ella me contó que había perdido a su marido, que tenía un hijo que era profesor de literatura. Que fue sido periodista del Diario durante los años 50 pero que tuvo que dejar la profesión para criar a su hijo. Yo le hablé de mi reciente pérdida y de mi enorme nostalgia por la ciudad milenaria. Luego quedamos en vernos al día siguiente en el mismo sitio. Era una bella mañana. Me llamó la atención que se dejara suelto su pelo cano. Me condujo a la Piazza del Popolo, una gran explanada donde se encuentra la conocida Santa Maria del Popolo. Después tomamos la Via del Corso y entramos en una calle llena de pequeñas tiendecillas. Le hice un regalo que ella aceptó mirándome con mucha ternura. Terminamos en la Piazza di Spagna. El ir y venir de la gente era asombroso. Entonces me sugirió subir la escalinata y visitar la iglesia della Trinità dei Monti, una pequeña joya. Al salir de la iglesia le confesé que estaba enamorado. Ella me regaló una bella sonrisa. A la mañana siguiente me regresé a Miami. Nunca escribí su dirección ni su teléfono. Sólo se que su nombre era Ana.
ResponderEliminarUn ignorante de pacotilla
Cual es mi ciudad favorita? Roma esta entre ellas. Incluso, debo decir, antes de visitarla. Despues todo fue demasiado obvio. Pero nunca me decepciono. Lindo tono para el dia.
ResponderEliminarEl estudiante
Las pinturas de Caravaggio en una iglesia pequeñita en la piazza del popolo...nada como Roma.
ResponderEliminarMalanguita en el Arbol
Si, Malanguita. Esa iglesia tiene dos Caravaggios. Me olvide de su nombre, y esta cerca de la Piazza Navona.
ResponderEliminarOjo Pinta
Italia se ha quedado en el renacimieneto. Es como una ruina del pasado.
ResponderEliminarQue manera de terminar el anyo Amilcar! Roma y el cuerpo de la muejr amada. Me gusta como resulves el problema metaforico: ciudad/ mujer. MD
ResponderEliminarLa verdad es que me encontré a la ciudad algo sucia, repleta de manadas de turistas y con un frío de infierno ( valga el oximorón ). A reseñar una exposición que la Comuna di Roma realizó para guardar memoria del asesinato de Passolini. Me emocioné verlo junto a Moravia, Mastroianni, Laura Betty, Terence Stamp,Franco Citty (Accatone) Fellini... Pude ver dos documentales inéditos que él filmó para la RAI durante la época de los sesenta sobre Palestina y sobre la India. Ah! y nunca le voy a perdonar a Fellini que en la "Dolce Vita" utilizara un lente angular para la Fontana di Trevi... ahora entiendo también por qué eran tan grandes los pechos de Anita Ekberg... efecto de lo cóncavo. Sin negar la belleza de la fuente, el espacio valga decir que es una ratonera imposible de cruzar.
ResponderEliminarAmílcar
Yo me quedo con Florencia.
ResponderEliminarAna en el tropico
Ignorante que bella historia. Tienes arsenal, viejo!
ResponderEliminarEl Buti
Florencia y Venecia, me gustan mas que Roma. Roma sufre del "Big City Syndrome".
ResponderEliminarCaro Amilcar,
ResponderEliminar¿ Puedo ser tu Giullieta? Me encantaría pasear contigo por Via Apia. Cogidos del brazo sentiríamos la tenue brisa de una primavera romana. Invocaríamos a nuestros ancestros para que nos deleitasen con sus historias.Quizás podamos sentir el placer de reconocernos herederos de una cultura ancestral. La loba amamantará nuestros deseos lascivos.Copularemos en el humus calido de la via romana.Expiaremos la lasciva sacrílega orando una plegaria a Santa Cecilia.
Mi querida mujer adriática
ResponderEliminarEjem ... Ejem... si Fellini nos viera por la "strada" en este momento seguro que la escena de Zampano y Gelsomina se repetiría entre nosotros. Yo soy un pobre titiritero sin lugar fijo, carente de rumbo en mi vida, que busca en la escritura una parada corta para seguir. Pero yo no sé quien eres tú ...aunque tu voz, me temo, que vendrá de Europa. Si subes a mi carro ambulante y viejo sòlo te puedo prometer un paseo sin regreso por la estepa del vivir...adiós princesita... un beso desde las costas de Florida
Amílcar
A Chuna
ResponderEliminarEl desequilibrio - ... desde un control sutil y apenas visible- es una de las cualidades que no quiero perder: es el que me permite seguir escribiendo y mantener la distancia, o la proximidad, en lo que escojo. Un beso muy fuerte Chunita
Amilcar