domingo, 4 de diciembre de 2005
Invocación
Un día como hoy oramos a Santa Bárbara, impúber doncella que se negó al casamiento para ofrecerse a Cristo, esa que fue enclaustrada en una atalaya y entregada a los tribunales por su padre Dióscoro oficial de legionarios al servicio del Imperio Romano, por lo que fue decapitada y devino en mártir y extrañamente (que no es más que causalidad concurrente en las cuatro esquinas del Señor Elegguá) sincretizándose centurias más tarde con el Orisha Mayor, dios del fuego, el rayo, la guerra y el baile, la música y la belleza viril, el pendenciero, el revoltoso mujeriego que comparece bipene, con hacha en alto y se agarra los testículos y rumbea y se alaba de sus poderes priápicos, el cabrón de Changó.