Por Alcides (Herrera)
Diez correos sin responder. Me entró paranoia y tuve que abandonar la casa. Viajé en el metro, entre los nudos de la ciudad y en el downtown agarré la “S”. Es un trayecto purgativo: en South Beach ya parecía un tipo sin preocupaciones. Logré caminar una hora por la arena, manteniendo la postura y acordándome de respirar, catalogando tetas europeas. Cuando empecé a sentir aburrimiento llegué a casa de Oda. Abrió sonriente. Cocinaba lentejas y hacía planes --o un mismo plan con muchas puntas. La convencí de que encendiera el aire acondicionado y me acomodé a la nueva situación. Disfruto el calor, la pelota amarilla en el cielo, pero soy tan vago que prefiero mil veces una pecera fría, salir de noche. Lo peor que hice fue fumar (es la tercera cosa que más me suaviza). Por momentos perdía el hilo de Oda y regresaba a mis correos. Imaginaba a mis diez amigos en una salita, reunidos por una causa común: lo que los hago esperar. Empecé a responder mentalmente cada uno de los mensajes. Despaché enseguida a Ichikawa, a Soleida, a Corojo. Clavé las palabras con alfileres. Cuando iba a ocuparme de Liudmila, la “esperadora” natural, ya mi cabeza estaba full. No podía juntar frases para ella sin perder algunas de las que había separado para los demás. Volví con Oda y con los planes. Esperé las lentejas. No sé si le quedan mejor que los chícharos pero Emeril le daría su gorrito después de probarlas. Si el minuto perfecto --cuando te llenas de amor y claridad-- durase al menos una hora por día, podrías dedicarte a responder correos y acaso no te ocurrirá lo que a mí (que regresé entusiasmado a Hialeah, por las líneas del mundo y ya no tenía Internet). <Únicamente así aparezco en la biblioteca> Me consolé hojeando libros de agricultura. Cuando la negra cantó mi número, ocupé una sillita precalentada frente a la Dell que me destinaron. Parece un lugar de telemarketing. Los de al lado no se entretienen con sus computadoras. Sólo vigilan. Imagino que tratan de copiarme el estilo y tomo una decisión arriesgada: no escribirle a nadie.
Hoy estan todos los blogueros calladitos y ayer se armo un lio. Pero Alcides da en el punto porque este espacio es un ejemplo de que la comunicacion crece por estas vias. Yo no puedo vivir sin mi computadora. Si me dejan en una isla desierta dejemme una computadora aunque sea simboloca. El parece ser un "chico existencialista", el es de los bloomer verdad?. Isa
ResponderEliminarA mi me ha pasado tambien, estar en un cyber y ver un tipo mirando lo que escribo. Es bien creeeepy. Me gusta tu prosa, Alcides, se ve que eres poeta: agarre la S y la pelota amrilla en el cielo. Que viva Jaialia.
ResponderEliminarEl bloggero de Jaialia
Triff, este blog ha estado muy lento hoy... imposible de entrar. Tienes que ver como arreglas eso.
ResponderEliminarBuen post, Alcides. Eres de los pocos que usan el transporte urbano, que es bien , malo por cierto, de ahi que lo llames "purgativo". Esta ciudad o tiene que explotar o tiene que entrar por el aro. No se puede vivir en el automovil todo el dia. Pero por otra parte no se le hace facil a ningun peaton con esa bola amarilla de fuego que tenemos el anyo entero.
ResponderEliminarYa lei el post del Socio del vedado defendiendo a sin piedad, que no es el unico que ve a Miami como un pueblo de campo. El asunto es la variedad de temas que se discuten en este punto de encuentro. Y la gente que uno se encuentra... Ni la basofia del Nuevo ni el tono serio imposible de nuestros "estudiosos". Me gusta la voz callejera que hay aqui, caballero y si, Alcides es poeta. Escribir es oir la melodia del corazon. Al menos tengo otro Miami fuera de lo mismo de siempre.
ResponderEliminarEl miamense arrepentido