Por Marcia Morgado
A veces uno piensa que lo ha visto todo, que nada nuevo ni llamativo nos despertará la atención. Y entonces, aparece algo que lo deja anonadada por su creatividad. Eso me acaba de suceder con un reportaje en The New York Times acerca de una novedosa campaña para inscribir nuevos votantes: Burlesque the Vote, mediante la cual en algunos bares de adultos llenar la planilla de inscripción para recibir la tarjeta de votante remplaza el costo del cover. Recuerdo la tarde cuando estacioné frente al edificio de la CAMACOL donde llené la planilla para recibir mi tarjeta. Nada de música exótica, ni personas con menos ropas que cuando arribamos al mundo. Ni tan siquiera un buchito de café. El ruido de fondo lo comprendía el intercambio entre un grupo de octogenarios imbuidos en el monotema: la manera más efectiva de tumbar al Fifo. Pues bien, el concepto ideado por empresarios de una de las industrias más poderosas del país: la del entretenimiento para adultos, que otros llaman pornográfica, ha resultado tremendamente efectiva inscribiendo nuevos votantes y recaudando fondos a favor de John Kerry. Algunos arguyen que en parte el esfuerzo se debe al aparente interés del Ministro de Justicia John Ashcroft en debilitar la industria dedicada al sexo. Atribuyen que un detonante fue la manera en que el gobierno usó disposiciones entrelíneas del Patriot Act --cuya intención original no fue la de hurgar en las entretelas de esa industria sino facilitar la detección de actividades terroristas-- en el encauzamiento de Michael Galardi, dueño de Cheetah y Jaguars, y otros bares para adultos en Las Vegas. Los colegas de Galardi temieron sentir fuego en sus propias barbas. En los últimos seis meses la poco vista iniciativa en elecciones previas ha proliferado. Aproximadamente 800 clubs de Ohio a Texas, de Nueva York a Wisconsin, se han incorporado a Burlesque de Vote. No es de extrañar que la mayoría de los organizadores muestre preferencia por el candidato demócrata a la presidencia. Es interesante apuntar que las organizaciones políticas han optado mantener “distancia y categoría” del esfuerzo. En lugar de firmar entre croquetas paleolíticas, con Burlesque the Vote los asiduos a estos establecimientos pueden hacerlo entre caderazo y caderazo de bailarinas enredadas a postes o saltando en jaulas con menos vestimentas que cuando Dios las creó. ¡Qué viva la creatividad!
De verdad ingeniosa. Política y recholata van mano a mano. La recholata que perdió a Marilyn Monrow…fue la misma recholata que fortaleció a Clinton…el derecho a la recholata es, en parte o en esencia, lo que reclamaban para si los activistas gay que gritaban, desnudaban, besaban y casaban (y cazaban en plena vía pública) paralizando el tráfico (y la ciudad) cuando llegué a Madrid el verano pasado. Participé obligada y con motivación, con maletas y con extravío. La eliminación de la recholata y la licencia para recholatear…y en el centro del péndulo: recholata sí recholata no relajito con cordura. Rigor: melaaaaao!
ResponderEliminarVotantes con ojos vidriosos y órganos palpitantes. Eso es lo que nos hacía falta. RI
Monroe con e. Eso quiero decir; pero probrecito si lo quiero decir con ssssss sostenida en el sonido (noten que la primera vez sale como debe ser). RI
ResponderEliminarEso mismo debian hacer aqui en la ciudad de Jaialia... estamos cansados de la misma cosa. Un poco de aji picante no viene mal...
ResponderEliminarEl bloggero de Jaialia
Jajajajaja! Marcia, eso es genial! Es verdad que una no termina de asombrarse y de encontrar "creativos" por todas partes. Tu descripción es suficientemente gráfica (la tuya, cuando te tocó, y la de Burlesque the Vote) para gozar el asunto imaginando los "eventos".
ResponderEliminar¿Esto de las elecciones no ha llegado a ser para todo el mundo una recholata de un día cada cuatro años? Muy pocos se siguen tragando la cucharita, ¿no?
Me encantó.
NG