Abajo el ruido, arriba la música

Por Alfredo Triff

Leo los titulares de la mañana... casi todos son tristes, desoladores: Los 1,000 muertos en Haití, otra mujer que se hace picadillo en Jerusalén, las ballenas y delfines que están muriendo en lo profundo del mar por el ruido que tenemos armado en la tierra. En Irak, las noticias del pobre inglés que seguro le cortan la cabeza con un cuchillo oxidado y las dos jóvenes italianas (más muertas que vivas) a merced de sudorosos y pestilentes asesinos... No, le doy un giro al timón de 180°. Quiero recordar algo placentero y esperanzador. Hablemos de un músico que nos cambió la vida a todos, a los perreros, los jazzistas, los clásicos y rockeros, en fin, a cualquier músico o amante del arte y la vida que comprenda que del alma puede brotar sangre y euforia e igualmente angustia y esperanza. Le mando un pensamiento a uno de mis músicos predilectos: Jimi Hendrix, ese mulato dandi de pelo hirsuto, dedos largos y figura sinuosa. ¿Cómo olvidar la fuerza subterránea de su Purple Haze, la delicada elegía de su Wind Cries Mary o la lubricidad empedernida de que hace gala en Foxy Lady? Jimi, amigo, maestro, sigue tocando tu guitarra y haciendo gozar a todos los dioses del olimpo.